SENTIRSE
IGLESIA
El sábado 2 de
noviembre en una entrañable ceremonia, el arzobispo de Santiago, Mons. Ricardo
Ezzati, confirmó a 41 alumnos de 2º medio y a 6 apoderados. «El obispo es el ministro ordinario del
sacramento de la Confirmación - dice el Catecismo - Aunque pueda, en caso de necesidad, conceder a presbíteros la facultad
de administrar el sacramento, conviene que lo confiera él mismo... Los obispos
son los sucesores de los Apóstoles y han recibido la plenitud del sacramento
del Orden. Por esta razón, la administración de este sacramento por ellos
mismos pone de relieve que la Confirmación tiene como efecto unir a los que la
reciben más estrechamente a la Iglesia, a sus orígenes apostólicos y a su
misión de dar testimonio de Cristo» (Catecismo, 1313). Por esta misma razón
en nuestro colegio invitamos siempre a un obispo para impartir este Sacramento.
En la homilía, el señor
arzobispo, recordando las cartas que nuestros confirmandos le escribieron días
atrás y que él leyó personalmente, sintetizó en dos expresiones las
motivaciones que le manifestaron para pedir este Sacramento: "afirmar su fe en Jesucristo y vivirla en la
Iglesia". ¡Realmente no podían haber mejores motivaciones! El
arzobispo invitó a los presentes a rezar para que estas buenas intenciones se
hagan realidad: "pedimos para ellos
la fuerza del Espíritu Santo para que sean constructores de un mundo nuevo;
para que sean testigos de la alegría de ser cristianos; para que se sientan
Iglesia".
Sentirse Iglesia no es fácil en
nuestra sociedad. Escándalos y contra testimonios, por largo tiempo al centro
del interés de los medios de comunicación, han reforzado sospechas y rechazos.
Se siente a menudo decir: yo creo en Dios, creo en Jesucristo, pero no en la
Iglesia. Es un hecho que tiene que interrogar a cada católico. Sería fácil
interpretarlo en el plano moral, descargando las responsabilidades sobre uno u
otro. Es fácil decir que al fin y al cabo se trata de una minoría de
eclesiásticos, la que provocó los escándalos. En cambio, a mi juicio, hace
falta leer estos hechos como una llamada a un empeño compartido por la
renovación y la conversión. Y esto afecta a todos. En nuestra pequeña parcela
de Iglesia, que es la comunidad educativa del Liceo Murialdo, afecta desde el
rector hasta el último apoderado que ha llegado a matricular a su pupilo.
Todos somos corresponsables para
la fidelidad de la Iglesia a su misión: cada uno tiene que contribuir según sus
propios dones y competencias. Las faltas, los más escandalosos pecados y los
límites no pueden ser motivo de alejamiento o de falta de compromiso, sino de
estímulo para la solidaridad espiritual con el fin de superarlos. En palabras
de San Pablo: Dios «ha dispuesto que los
varios miembros ayuden a los que más lo necesitan, a
fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean
mutuamente solidarios» (1Cor 12,
25-26).
En el centro del rito de la
Confirmación está la señal de cruz, que el obispo traza sobre la frente del
confirmando con el Crisma, el aceite perfumado consagrado el jueves santo: es
el sello del Espíritu Santo que "marca
la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero
indica también la promesa de la protección divina" (Catecismo, 1296).
El creyente no puede esconder su fe: es luz para irradiar, palabra para
comunicar, amor para derramar, esperanza para transmitir. La gracia de la
Confirmación le da la fuerza de testimoniarla en todas las situaciones de la
vida cotidiana. El camino será el mismo por el cual el Espíritu ha conducido a
Jesús: el compartir, el darse y el servir. En la Confirmación los creyentes
reciben la posibilidad de caminar hacia la madurez cristiana. Si bien el camino
hacia la madurez es ciertamente responsabilidad de cada uno, sin embargo es
necesaria la solidaridad de la comunidad, sobre todo en un contexto como el
nuestro, caracterizado por la multiplicidad de los puntos de referencia.
Nuestros jóvenes necesitan la solidaridad de toda la comunidad, manifestada a
través de la oración y del testimonio coherente de vida.
El día de Pentecostés, recibido
el Espíritu Santo, los Apóstoles vencen todo tipo de miedo y empiezan a
evangelizar con franqueza. A los que los amenazan para hacerlos callar, Pedro y
Juan sin titubeos, les contestan: «Nosotros
no podemos callar lo que hemos visto y escuchado» (Hch 4,20). San Pablo
dirá de sí mismo: «Si anuncio el
Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa.
¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1Cor 9,16).
Todo esto se renueva en el
sacramento de la Confirmación: el Espíritu nos franquea del temor y nos manda
por los caminos de la vida para llevar a todos el Evangelio. En nuestro
contexto pluralista y secularizado son numerosas las situaciones en que se nos
pide callar. Nuestra respuesta tiene que ser la misma de los Apóstoles: ¡no
podemos callar!
Al final del mes, el viernes 30
de noviembre, vamos a celebrar una de las más bonitas manifestaciones de la
comunidad educativa del Liceo para sentirse Iglesia: la tradicional
peregrinación al santuario de la Inmaculada del Cerro San Cristóbal. ¡Ocasión
para sentirse Iglesia!.
p. Franco, noviembre de 2013