jueves, 28 de noviembre de 2013

Sentirse Iglesia


SENTIRSE IGLESIA

                El sábado 2 de noviembre en una entrañable ceremonia, el arzobispo de Santiago, Mons. Ricardo Ezzati, confirmó a 41 alumnos de 2º medio y a 6 apoderados. «El obispo es el ministro ordinario del sacramento de la Confirmación - dice el Catecismo - Aunque pueda, en caso de necesidad, conceder a presbíteros la facultad de administrar el sacramento, conviene que lo confiera él mismo... Los obispos son los sucesores de los Apóstoles y han recibido la plenitud del sacramento del Orden. Por esta razón, la administración de este sacramento por ellos mismos pone de relieve que la Confirmación tiene como efecto unir a los que la reciben más estrechamente a la Iglesia, a sus orígenes apostólicos y a su misión de dar testimonio de Cristo» (Catecismo, 1313). Por esta misma razón en nuestro colegio invitamos siempre a un obispo para impartir este Sacramento.

                En la homilía, el señor arzobispo, recordando las cartas que nuestros confirmandos le escribieron días atrás y que él leyó personalmente, sintetizó en dos expresiones las motivaciones que le manifestaron para pedir este Sacramento: "afirmar su fe en Jesucristo y vivirla en la Iglesia". ¡Realmente no podían haber mejores motivaciones! El arzobispo invitó a los presentes a rezar para que estas buenas intenciones se hagan realidad: "pedimos para ellos la fuerza del Espíritu Santo para que sean constructores de un mundo nuevo; para que sean testigos de la alegría de ser cristianos; para que se sientan Iglesia".

                Sentirse Iglesia no es fácil en nuestra sociedad. Escándalos y contra testimonios, por largo tiempo al centro del interés de los medios de comunicación, han reforzado sospechas y rechazos. Se siente a menudo decir: yo creo en Dios, creo en Jesucristo, pero no en la Iglesia. Es un hecho que tiene que interrogar a cada católico. Sería fácil interpretarlo en el plano moral, descargando las responsabilidades sobre uno u otro. Es fácil decir que al fin y al cabo se trata de una minoría de eclesiásticos, la que provocó los escándalos. En cambio, a mi juicio, hace falta leer estos hechos como una llamada a un empeño compartido por la renovación y la conversión. Y esto afecta a todos. En nuestra pequeña parcela de Iglesia, que es la comunidad educativa del Liceo Murialdo, afecta desde el rector hasta el último apoderado que ha llegado a matricular a su pupilo.

                Todos somos corresponsables para la fidelidad de la Iglesia a su misión: cada uno tiene que contribuir según sus propios dones y competencias. Las faltas, los más escandalosos pecados y los límites no pueden ser motivo de alejamiento o de falta de compromiso, sino de estímulo para la solidaridad espiritual con el fin de superarlos. En palabras de San Pablo: Dios «ha dispuesto que los varios miembros ayuden a los que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios» (1Cor 12, 25-26).

                En el centro del rito de la Confirmación está la señal de cruz, que el obispo traza sobre la frente del confirmando con el Crisma, el aceite perfumado consagrado el jueves santo: es el sello del Espíritu Santo que "marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina" (Catecismo, 1296). El creyente no puede esconder su fe: es luz para irradiar, palabra para comunicar, amor para derramar, esperanza para transmitir. La gracia de la Confirmación le da la fuerza de testimoniarla en todas las situaciones de la vida cotidiana. El camino será el mismo por el cual el Espíritu ha conducido a Jesús: el compartir, el darse y el servir. En la Confirmación los creyentes reciben la posibilidad de caminar hacia la madurez cristiana. Si bien el camino hacia la madurez es ciertamente responsabilidad de cada uno, sin embargo es necesaria la solidaridad de la comunidad, sobre todo en un contexto como el nuestro, caracterizado por la multiplicidad de los puntos de referencia. Nuestros jóvenes necesitan la solidaridad de toda la comunidad, manifestada a través de la oración y del testimonio coherente de vida.

                El día de Pentecostés, recibido el Espíritu Santo, los Apóstoles vencen todo tipo de miedo y empiezan a evangelizar con franqueza. A los que los amenazan para hacerlos callar, Pedro y Juan sin titubeos, les contestan: «Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y escuchado» (Hch 4,20). San Pablo dirá de sí mismo: «Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1Cor 9,16).

                Todo esto se renueva en el sacramento de la Confirmación: el Espíritu nos franquea del temor y nos manda por los caminos de la vida para llevar a todos el Evangelio. En nuestro contexto pluralista y secularizado son numerosas las situaciones en que se nos pide callar. Nuestra respuesta tiene que ser la misma de los Apóstoles: ¡no podemos callar!

                Al final del mes, el viernes 30 de noviembre, vamos a celebrar una de las más bonitas manifestaciones de la comunidad educativa del Liceo para sentirse Iglesia: la tradicional peregrinación al santuario de la Inmaculada del Cerro San Cristóbal. ¡Ocasión para sentirse Iglesia!.



p. Franco, noviembre  de 2013