AÑO DE LA FE
En la portada de la agenda escolar hemos puesto una composición de fotos de
la peregrinación al Santuario de la
Inmaculada, realizada el 30 de noviembre pasado, cuando subimos al Cerro San Cristóbal más de
mil seiscientas personas entre alumnos
profesores y apoderados del Liceo.
Al final del recorrido, ya en la cumbre, nos hicieron pasar a todos a
través de esa hermosa puerta reproducida en la portada, antes de ubicarnos en
las gradas del santuario al aire libre
para celebrar la conclusión del mes de María. Con ese gesto habíamos cruzado simbólicamente el
umbral de la "Puerta de la fe",
respondiendo así al llamado del Papa que ha convocado a todos los
católicos a vivir el "Año de la fe" (octubre 2012 - noviembre
2013).
Esa bonita puerta, construida por el personal del colegio, igual que
la puerta de la fe, está siempre abierta
para indicar que podemos cruzarla en cualquier
momento o etapa de nuestras vidas. Desde la etapa de la niñez cuando
teníamos una fe mágica y recurríamos a Dios ante cualquier necesidad para que
nos resolviese cualquier problema,
pasando por la etapa de la juventud cuando lo cuestionábamos todo y la fe se tambaleaba en medio de las
crisis adolescentes, hasta una etapa
adulta, cuando hemos profundizado en la experiencia espiritual y nos
hemos encontrado con la persona y la
divinidad de Jesucristo, como quien descubre, en un encuentro especial, al
mejor amigo de su vida. Son muchos los momentos en que podemos cruzar ese
umbral: "atravesar esa puerta- dice el Papa - supone emprender un camino que dura toda la
vida".
Pero, ¿qué es la fe? Cuando hablamos de fe verdadera no
estamos diciendo que creemos en Dios,
que practicamos una determinada religión o que simplemente somos católicos. Lamentablemente esta es la
respuesta o la idea que muchos tienen.
La fe auténtica es la de quien vuelve a tener, una y otra vez,
encuentros con Dios que habla a través
de su Palabra y de los acontecimientos de la vida, revelando su verdadero rostro. Se trata siempre de un
encuentro que nos abre los ojos, que nos
hace descubrir cada vez algo nuevo; por eso mismo quien tiene esa fe
-aunque siempre necesitada de la ayuda
del Señor - es consciente de que su propia vida
carece de sentido si no tiene una relación intensa y permanente con
Él.
En este contexto del "año de la fe" hemos
elegido el lema que nos acompañará
durante el año: «Fe, don recibido para ser compartido».
La fe no es fruto de una propia conquista, ni de un
aprendizaje personal, sino es
esencialmente un don de Dios, que hemos recibido a través de otros, normalmente en nuestro hogar, de nuestros
familiares; así como hemos recibido la
vida y tantos otros dones gratuitos en el seno de nuestra familia. Pero este
don no podemos tenerlo sólo para
nosotros, no es exclusivo para un aprovechamiento personal, tampoco es algo totalmente inmerso
y relegado en la intimidad de la propia conciencia...
este tipo de don subsiste y se fortalece si lo compartimos.
San Alberto Hurtado se preguntaba si Chile era
verdaderamente un país católico y con
ello suscitaba un debate nacional. También en nuestro Liceo este año queremos
suscitar no tanto un debate, sino una reflexión personal y colectiva en la Comunidad Educativa sobre cómo vivimos
nuestra fe, la que abiertamente
profesamos cuando decimos que somos católicos. Podríamos empezar por una pregunta: ¿qué elección puedo y podemos hacer
para hacer crecer nuestra fe?
p. Franco, marzo de 2013