martes, 22 de diciembre de 2009


LICENCIATURA DE LOS CUARTOS MEDIOS 11/12/2009

Han llegado por fin a la meta.

Los años de colegio están a las espaldas. Han pasado casi sin darse cuenta.

Ahora pueden ver cómo las páginas del calendario han sido arrancadas, una tras otra.

En ellas pueden distinguir unos días marcados: los grandes momentos, los machitún, las pruebas de nivel, los cumpleaños, las fiestas con los compañeros, la primera vez que se han sentido mirados…

Recordarán también otros días. Los días oscuros, de nubarrones y tormentas, de desazón o de fracaso…

Pero en este minuto la sensación principal ciertamente es la de la tarea cumplida, de la meta alcanzada, del final de un camino…

¡Y desde ahora a iniciar un nuevo camino! Cuentan con la fuerza de su juventud más que cualquier otra cosa. ¡Y es verdad! ¡Ustedes están en la plenitud de la juventud!

Ser joven es bonito.

Es bonito ser joven, tener una edad que te permite estar en lo máximo de la salud, en el tope de la gana de vivir, en la cumbre de los sueños.

× Ser joven es sentirse libres de todo… o de casi todo.

× Ser joven es levantarte una mañana con las ganas de conquistar el mundo y… el día siguiente quedarte tirado en la cama hasta cuando te da ganas, porque hay alguien que hará las cosas por ti.

× Ser joven es ir de carrete cuando se te ofrece la ocasión, sabiendo que tienes siempre energías para escaparte de cualquier error, aunque sí, un poco aplanado.

× Ser joven es equivocarte y… hacerlo pagar a los papás o a los demás.

× Ser joven es encontrar listos los calcetines preferidos, las camisas bien planchadas y los jeans lavados.

× Ser joven es hablar con lo que te vistes, con los que te pones, porque te faltan palabras para decir quién eres.

× Ser joven es pensar que esta tarde te lo pasas bacán, aunque cuando vuelves y cierras la puerta tras de ti, te entra un aburrimiento insoportable.

× Ser joven es encontrar siempre a alguien con quien compartir críticas y leceras.

× Ser joven es tener el corazón a mil, porque alguien te ha mirado a los ojos y te has sentido querida.

× Ser joven es tener un bonito cuerpo, aunque a veces no tienes el ánimo de mirarte en el espejo, pero… luego esperas con ansia oír cómo los demás te ven.

× Ser joven es afrontar la vida jugando, seguros que siempre hay alguna red de protección que te salva.

× Ser joven es sentirse dueño del propio cuerpo, ya que con él piensas hacer lo que quieres, porque nadie debería decirte nada.

× Ser joven es no tener el sentido del peligro, aunque a veces te entra un miedo inexplicable.

Pero quizás en lo máximo de tu sentirte joven, sientes también que te falta algo: te invade un anhelo de plenitud, un deseo profundo de algo que va más allá, algo que no logras experimentar…

Te das cuenta que tienes un corazón que se extiende cada vez más, que se esponja a más no poder. Un corazón que las experiencias hechas no son capaces de llenar.

Sientes dentro un deseo de otra cosa a la que no logras darle un rostro.

Te levantas un día y te preguntas:

× ¿Adónde estoy yendo?

× ¿Qué hago con mi vida?

× ¿Quién me puede llenar el corazón?

× ¿Qué futuro tengo por delante?

× ¿Puedo realizar estos cuatro sueños que llevo dentro?

× ¿Hay alguien que me quiere sin condiciones?

Divertirme hoy para contarlo mañana a los amigos ya no me basta. Porque tengo una sed que no me pasa con la cerveza…

Es en estos momentos, mientras te haces estas preguntas, cuando te sientes realmente frágil. Pero al mismo tiempo sientes que es un momento especial de mayor verdad. ¡Sientes que estás tocando la verdad!

Por eso te lo digo ahora, estimado/a alumno/a, en mi último discurso:

¡La fragilidad no es mediocridad!

Cuando te sientes frágil, pero auténtico, porque en la verdad, no temas.

Porque allí arriba hay Alguien que te quiere de verdad sin condiciones, con tu fragilidad. Porque estás en sus manos.

Por lo tanto, no vayan, queridos jóvenes, a buscar consuelos baratos, no se conformen con terapias consolatorias. ¡Alimenten su esperanza con la verdad!

Desaforadamente las propuestas que encontrarán en los mercados del mundo son esperanzas muertas:

× son falsas esperanzas las fugas de la dureza del presente, creyendo solucionar con ello el problema;

× son falsas esperanzas tratar de aguantar sin más, porque antes o después las cosas cambiarán según las leyes de la probabilidad;

× son falsas esperanzas ahogar el aburrimiento con el carrete y la cerveza;

× son falsas esperanzas aguardar con los brazos cruzados que las cosas se arreglen por sí solas;

× son falsas esperanzas la falta de realismo y las respuestas prefabricadas;

× son falsas esperanzas las sustancias químicas a las que confiar los cambios de humor;

× son falsas esperanzas las que se fundamentan en el optimismo de propio carácter;

× son falsas esperanzas las aventuras y las picardías que destruyen el amor;

× son falsas esperanzas programar una relación de amor, haciendo ensayos;

× son falsas esperanzas vivir esperando la suerte, quizás leyendo el horóscopo;

× son falsas esperanzas dar patadas a las piedras con las manos en el bolsillo y las palabrotas en boca.

¡Jóvenes, busquen la esperanza en la verdad!

Pero, ¿cuáles son las esperanzas vivas de las cuales ustedes pueden hacerse portadores?

× esperanza viva es sentir que te han regalado una herencia que no se corrompe, no se mancha y no pudre;

× esperanza viva es ir contra la evidencia de la derrota, sabiendo que están en las manos de Dios, en las mejores manos;

× esperanza viva es estar convencidos de que la espera vigilante siempre desemboca en la alegría del encuentro;

× esperanza viva es no rendirse jamás y saber que cada sufrimiento no es nunca definitivo;

× esperanza viva es tener de repente una cruz y estar convencidos que es un paso necesario para llegar a otra dimensión;

× esperanza viva es intuir que más allá del velo del llanto está la certeza de una sonrisa;

× esperanza viva es sentirse regenerados por una Misericordia sin límites;

× esperanza viva es sentir que no les falta la alegría, a pesar de estar afligidos por varias pruebas, porque tienen fe;

× esperanza viva es amar sin ver y, sin ver, seguir creyendo;

× esperanza viva es tener una fe y una esperanza ancladas en Dios;

× esperanza viva es saberse custodiados por la potencia de Dios;

× esperanza viva es saber que al final del recorrido está el Señor que siempre nos acoge;

× esperanza viva es saber que con Jesús algo de inédito ha ocurrido en el mundo, algo que es patrimonio de todos.

¡Jóvenes murialdinos, cuanto esfuerzo y fatiga se han reversado sobre ustedes durante estos años para educarlos en la verdad y en la esperanza!

¡Busquen siempre la verdad con su mente y tengan siempre una esperanza viva en su corazón!

p. Franco Zago, rector
CONSEJOS PARA COMPRAS DE NAVIDAD

En el “Murialdino” del mes de noviembre tomé algunas expresiones de la Encíclica del Papa Benedicto XVI “CARITAS IN VERITATE” (La Caridad en la Verdad) para presentar, a propósito de la educación del corazón, una consideración sobre la relación entre sentimiento y racionalidad.

También ahora quiero tomar como punto de partida una afirmación de la misma Encíclica. Hablando de la importancia del nuevo poder político que representan los consumidores y sus asociaciones, el Papa afirma: “Es bueno que las personas se den cuenta de que comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico” (66).

Empiezo por aclarar ante todo algunos conceptos previos. Durante una jornada normal, nosotros realizamos muchos actos que decidimos libre y conscientemente. ‘Comprar’ es un acto humano que las personas realizamos de manera ‘deliberada y consciente’. Estas dos connotaciones son importantes, porque son las que diferencian unas acciones humanas de otras como respirar, caminar, dormir, etc. que, si bien fundamentales para la vida, las hacemos de manera inadvertida. Ir de compra requiere, en cambio, voluntariedad y advertencia. ¡Al fin y al cabo uno no va como sonámbulo a gastarse dinero en una tienda! Siempre lo hacemos porque queremos hacerlo y sabiendo qué estamos haciendo.

Profundizo con un ejemplo: salir de paseo por el parque, si bien es un acto que hacemos de manera deliberada y consciente, de por sí no le damos una valoración moral; es decir, no pensamos que pueda ser clasificado como bueno o malo. En todo caso, sería una acción beneficiosa para nuestra salud y, por ende, sería buena. Pero no siempre es así, porque de ser una acción de poca relevancia moral, en determinadas circunstancias ‘dar un paseo por el parque’ adquiriría aspectos netamente negativos, es decir, sería moralmente malo. Cuando el paseo es una cimarra del colegio o una ausencia del horario y del lugar del trabajo, tal acto es ciertamente malo. Por consiguiente, hay actos humanos que tienen relación con el bien y con el mal, dependiendo del acto en sí que se hace, de las circunstancias que lo acompaña y de su finalidad.

Ahora bien, en la afirmación del Papa, el acto de comprar no es un acto indiferente, pues se relaciona siempre con la moral; es decir, es sujeto a ser calificado como bueno o malo; dependiendo, eso sí, del objeto de la adquisición, de las circunstancias que lo acompañan y de su finalidad. Porque comprar no es solamente un hecho económico, sostiene el Papa. Comprar, en definitiva, nos califica éticamente y determina nuestra dimensión moral y espiritual, porque el objeto, la circunstancia y el fin de la adquisición hablarán de nuestros valores.

Nos acercamos a Navidad y, además del espíritu festivo, llega la preocupación y el estrés de las compras. Aunque es una época en donde los regalos no pueden faltar – porque desde que el hombre es hombre no hay celebración festiva sin algo de excedente – necesitamos tener claros unos criterios como creyentes y como familias comprometidas con los valores del proyecto educativo. Tanto más que estamos cerrando un año escolar marcado por la crisis que ha tocado a varias familias del colegio.

Ya que no podemos escapar totalmente del clima de consumismo reinante, por lo menos tenemos que procurar ser consumidores inteligentes, precavidos y, hoy en día, austeros y solidarios.

De una página de publicidad copio los siguientes criterios, que no me parecen desdeñables:

× No seas un comprador compulsivo. No compres por comprar.

× Adquiere lo que necesitas, que no sean otros quienes te creen la necesidad.

× Nunca compres regalos extras, justificándolos con un ‘por si acaso’.

× Los mejores regalos no se pueden comprar.

× Recuerda que en familia, más que obsequios costosos, lo importante es dar pequeños gustos.

× Aprovecha para dar cosas útiles. Es una buena opción regalar algo que no se ocupe sólo una vez, sino algo necesario que perdure en el tiempo.

Y personalmente añado:

× Con el aguinaldo es bueno pensar también al ahorro y no sólo a los regalos.

× La mejor inversión es la educación de los hijos. Educación en valores. Y los valores se trasmiten principalmente con el testimonio.

× Compartir es bueno. Pero ser solidario con quien no ha tenido este año mucha suerte, es todavía mejor. (Si bien durante el verano el colegio se cierra, trataremos a través de CEPA que no se cierre la solidaridad).

× No olvidar, por último, que “comprar es un acto moral”. En vísperas de Navidad, ¡hagamos de nuestras compras unos actos moralmente buenos!

Y a propósito de esto, el Papa afirma: “También en el campo de las compras, precisamente en momentos como los que se están viviendo, en los que el poder adquisitivo puede verse reducido y se deberá consumir con mayor sobriedad, es necesario abrir otras vías…”.

p. Franco Zago

EN NOCHEBUENA EN LA CAPILLA DEL COLEGIO CELEBRAREMOS LA SANTA MISA DEL GALLO A LAS 10:00 DE LA NOCHE. LES INVITAMOS A TODOS - ALUMNOS, PADRES, EX ALUMNOS Y AMIGOS, GRUPOS, ASOCIACIONES… - A CELEBRAR LA MEMORIA DEL NACIMIENTO DE JESÚS.


AMOR EN LA VERDAD

A mediados de este año (29/06/09) el Papa, Benedicto XVI, publicó su tercera encíclica.

¿Qué es una encíclica? Es una carta, escrita por el Papa, sobre un tema particular, motivado por las circunstancias de un momento determinado de la vida eclesial o social, que amerita una reflexión o una declaración de autoridad. Las encíclicas están dirigidas a los obispos, a los católicos del mundo entero y, en algunos casos como éste, también a los hombres de buena voluntad. Por la temática y la seriedad de los temas tratados, generalmente son consideradas entre los documentos de mayor importancia de la Iglesia.

Benedicto XVI emitió el 29 de junio pasado la encíclica “CARITAS IN VERITATE”. Son palabras en latín, que significan “La Caridad en la Verdad”, con las cuales el Papa inicia su escrito. De por sí a las encíclicas no se les da un título como, por ejemplo, a un tratado, a un ensayo, sino que se las nombra con primeras palabras con que empieza el documento.

La encíclica, muy densa de contenidos, es desde luego muy iluminadora para nosotros los cristianos que necesitamos de vez en cuando una orientación segura desde la fe. Pero es también trascendental para los dirigentes políticos, empresariales y sociales de todos los Países del mundo. Y no tan sólo para los que se declaran cristianos o profesan alguna religión, sino también para dirigentes que tengan cualquier otra postura con respecto a la religión. ¡Por eso que la Carta se dirige a “todos los hombres de buena voluntad”!

El tema general vierte sobre el desarrollo humano integral, inspirado en los valores de la solidaridad humana y de la caridad en la verdad en el contexto de la crisis mundial actual.

Algunas expresiones de la Encíclica me han motivado a escribir esta reflexión, porque tienen que ver con nuestro estilo educativo de “educar el corazón” y con el lema de este año: «Familia y escuela educando a la verdad y a la esperanza».

Quiero empezar por unas frases del Papa. “Sin la verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo”. “La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales…”.

Sabemos que la cultura de hoy se caracteriza por una notable sobreexplotación de los sentimientos, en detrimento del uso recto de la razón. Basta analizar la manera con que los medios nos trasmiten noticias para caer en la cuenta de que buscan sobre todo atraer a la gente con el impacto sobre nuestros sentimientos. No hablemos luego de los políticos que para atraer votos hacen largo uso de estos recursos.

Por otra parte, no son pocas las personas que confunden los sentimientos generosos o altruistas con la pura emotividad, como si el hecho de conmoverse o emocionarse fuese sinónimo de tener una alta sensibilidad moral. Incluso, hay personas que confunden una viva emoción de carácter religioso con la fe, sin tener presente que la fe, cuando es vivida por lo menos medianamente, se manifiesta en una conducta coherente, exige constancia, coherencia y, no pocas veces, entrega y sacrificio, con bien pocas emociones.

Ocurre que no siempre sacamos en claro las consecuencias de esta falta de distinción. En efecto, de la misma manera que el impacto de unas imágenes de los medios con su efecto emotivo puede llevar a la opinión pública a posicionarse en defensa de unos valores éticos, también puede ocurrir - y de hecho ocurre - exactamente lo contrario. ¡Por lo tanto, hemos de admitir que nuestra cultura actual es fácilmente manipulable! ¡Y tanto los publicistas, gerentes de imagen como políticos lo saben!

La opinión pública puede llegar a estar conmocionada por un suceso, más o menos importante y grave, solamente por el mero hecho de que los medios lo evidencian con mucha habilidad, tocando nuestras fibras sensibles. Pero, preguntémonos: ¿la verdad es así, tal como nos viene presentada? ¿El espesor de la verdad se mide por la carga de emotividad que es capaz de suscitar? ¿No tendremos que mirar más a fondo las cosas que nos presentan para confrontarlas con nuestra conciencia sobre todo en este período preelectoral?

Pero, pongamos un ejemplo sencillo de nuestra casa. En los días pasados se dio por terminado el proceso de asignación de becas a las familias que han postulado. Ciertamente, hay casos que hemos de atender con la máxima atención y que ameritan no sólo nuestra solidaridad, sino también nuestra com-pasión y acompañamiento. Sin embargo, si no hiciéramos uso de unos criterios racionales y no empleáramos personal capacitado para verificar con objetividad la verdad de cada situación, probablemente en la asignación de becas tomaríamos decisiones no correctas. ¡No podemos actuar en base a la emotividad que nos puede suscitar cada caso! ¡No podemos guiarnos por los sentimientos, aunque se trate de cosas que afectan nuestra sensibilidad! Hemos de actuar con racionalidad, simplemente por amor a la verdad y la justicia. Y esto es ser cristianos de verdad, coherentes con la fe que profesamos.

El Papa nos advierte de que “un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales” y, por ende, no resolutivos de los verdaderos problemas. La Iglesia a lo largo de su historia ha sabido compaginar bastante bien su discurso de fe y acción caritativa, con el recurso continuo al discernimiento racional. Porque nuestra fe y nuestra caridad han de ser conjugadas con el uso recto de nuestra razón. Nuestro problema con frecuencia está en confundir los buenos sentimientos con la exclusión de criterios fríamente racionales. ¡Y esto ocurre todas las veces que el sentimiento anula la razón! Dice el Papa en su encíclica: “La religión tiene siempre necesidad de ser purificada por la razón”, y viceversa.

Desde luego no hemos de olvidar esa sentencia del pensador francés B. Pascal: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”. Pero quizás en nuestra cultura actual es necesario remarcar que no debemos confundir la emotividad con el afecto. Principalmente en las relaciones educativas. Y lo afirma con contundencia quien suscribe, que como josefino, es custodio de la pedagogía del amor de Murialdo. El verdadero amor ha de ser afectuoso, pero no siempre emotivo. Porque - ¡y hay que decirlos a nuestros papás y mamás! - hay emociones que no construyen, y emociones que sí logran afianzar la afectividad en el amor. Y aquí solamente la razón será capaz de discernir entre ambas.

En conclusión, educar el corazón es educar los sentimientos y reacciones emotivas bajo el discernimiento de la razón, lo cual es muy lejano de la sensiblería.

viernes, 2 de octubre de 2009

RAÍCES Y ALAS (2ª Parte)


En el artículo del mes de septiembre decía que existen sólo dos cosas que podemos recibir de regalo de nuestros padres: las raíces y las alas. Quiero ahora profundizar en este mismo tema.

Para que nuestros niños y adolescentes tengan buenas raíces - decía - depende sobre todo de la presencia física y emotiva de los padres, y de familiares significativos como los abuelos. Cuando los afectos de éstos logran mantenerse continuos y constantes durante el período de crecimiento físico y psicológico, podemos estar seguros de que ellos tienen raíces profundas y alas fuertes para volar por la vida.

Con todo, hay que precisar que la presencia afectiva no está hecha sólo de consentimientos o de ‘sí’ incondicionales a cada requerimiento o capricho del niño, ya sea hijo o nieto o adoptivo. También está hecha de capacidad de contener su impulsividad con las justas reglas, con el ‘no’ necesario, fundado con cariñosa firmeza y sin rebajas. Está hecha de frustraciones optimales. Se trata de aquel ‘no’ que ayuda al niño y al adolescente a entender que no existe sólo el ‘yo’, sino también el ‘nosotros’. Se trata de límites que robustecen el carácter, la voluntad, y también la capacidad de autodisciplina. Lo ayudan a entender que sus derechos no son ilimitados, que sus exigencias no deben ni pueden ser siempre satisfechas, y que gritos y llantos no son la vía para conseguir todo lo que se quiere. Que la educación, también la formal como la que ofrece el colegio, tiene como fin sacar de cada individuo lo mejor de sí mismo. Que el amor es recíproco y pide también al niño que comparta amor, ternura, atenciones, amabilidad, respeto y pequeños regalos.

Es bueno que el niño aprenda pronto a ayudar en casa, a apreciar lo que los padres hacen por él, sin darlo por descontado, debido y asegurado. Es bueno que aprenda pronto a realizar pequeños trabajos en casa. No solamente hacerse la cama o tener limpia y ordenada la pieza, retirar los platos de la mesa, lavar la losa, barrer… me refiero también a aquellas pequeñas manualidades que producen la satisfacción del trabajo bien hecho. Por ejemplo, cocinar algo fácil, la cura de la bici, el bricolaje doméstico y, si hay un pedacito de jardín o unas macetas - ¿cómo no? - también la jardinería. Aquellos quehaceres manuales, hoy tan olvidados, que hacen de muchos jóvenes unos analfabetos de la vida, incapaces de autonomía y torpes en “problem solving skill” (destreza para resolver problemas), como dicen los gringos, que, en esto de las cosas prácticas, nos pueden enseñar algo. La capacidad de solucionar pequeños problemas prácticos es, desde luego, un gran entrenamiento para saberse mover en la complejidad de la existencia.

Acabamos de terminar el mes de la Patria, donde una y otra vez escuchamos o leemos los mismos relatos históricos, lejanos en el tiempo. ¡Son las raíces de una nación, eso sí! Pero los niños y los adolescentes podrían también escuchar de los padres o de los abuelos cuentos y experiencias pasadas, de la familia o del vecindario o del pueblo de origen. Emociones verdaderas, a veces cargadas de dolor silencioso, casi olvidado, recordando a quienes han hecho de verdad la historia; la historia cotidiana, en la que no hay próceres ni personas ilustres, pero sí gente verdadera y sacrificada. Ellos, los hijos o nietos, jamás las olvidarán. Porque también éstas son raíces y raíces poderosas.

Todo lo que estimula la memoria histórica de un hijo, mejor si ancorada en la familia, refuerza las raíces y el sentido de pertenencia, pero también le da las alas justas para volar. Alas que se robustecen si son entrenadas. Muy entrenadas. He aquí porque es importante la lectura, el estudio y la práctica religiosa, algo que siempre necesita de estímulos. Porque es importante leer mucho para enriquecer las propias expresiones, para poseer un vocabulario rico y apropiado, pero también para conocer la cultura y el mundo. Porque es importante tener una espiritualidad sólida y profunda, entrenada y estimulada sobre todo por el ejemplo de la familia, para resistir al embate de la desacralización, que invade cada vez más nuestras familias y sus valores.

No olvidemos luego la importancia, ante tanta vida sedentaria, del ejercicio físico y la práctica regular de un deporte. Porque las alas para volar en la vida son físicas, mentales y espirituales.

Para hacerles crecer alas fuertes y potentes tenemos que evitar principalmente cinco errores, a mi juicio: la hiperprotección, ansiosa y paralizadora; el consentimiento indiscriminado, con la ilusión de que complaciendo a los hijos reforzamos en ellos el amor (esto especialmente en las familias monoparentales o en las estresadas por el trabajo); la rendición ante la flojera juvenil, esa indolencia mixta a aburrimiento e indiferencia, que mata los mejores talentos, dejándolos en manos de la impulsividad y de la autodestructividad; el culto desolador del dinero, por encima de todo y de cualquier valor; y por último la indiferencia y pasividad en la práctica religiosa y la frecuencia a los sacramentos.

Pues sí, educar a un hijo demanda no sólo amor, sino también mucha energía y mucha fatiga, mucho empeño y constancia de presencia, vigilante y atenta y, por supuesto, coherencia en el ejemplo. Hoy más que ayer. Porque las insidias del entorno son más precoces y peligrosas. Pero la satisfacción es incomparable cuando, mirando a un joven de 4º medio, uno puede decir: ¡tiene raíces sólidas! ¡Y ahora también espléndidas y fuertes alas, todas suyas, prontas para volar alto! Hacía arriba, libre en el mundo.

P. Franco Zago, rector

martes, 8 de septiembre de 2009

RAICES Y ALAS

Hay dos cosas que sólo podemos recibir de regalo y únicamente de nuestros padres: las raíces y las alas. Si reconocemos como don de Dios la vida, hemos de esperar también como don de nuestra familia raíces y alas.

En realidad la esencia de ser padres está precisamente en eso: darles a los hijos las raíces, el sentido de pertenencia a una familia, a una casa y a una tierra, a una cultura y a una nación; a un entorno hecho de horizontes, de colores, de olores y de aromas, de emociones y de sentimientos, de ideales compartidos. Más fuertes son las raíces, más estables y consolidadas, más metidas en la profundidad del terreno familiar, más estructurado será el yo que el niño y, luego, el adolescente logrará madurar y desarrollar. Y mayores serán su gusto y pasión de vivir, saboreando tanto los pequeños detalles de un día como las grandes emociones de un evento familiar. Sólo entonces un hijo podrá volar, y volar alto en la vida, libre y feliz de verdad, aunque los vientos soplen adversos, incluso en un entorno hostil, hasta cuando aparezca una enfermedad que lo hiere.

Uno puede volar, a pesar de todas las adversidades, cuando tiene la certeza de ser, y haber sido, amado; aquella certeza que nos da el sentido profundo de tener sólidas raíces y enciende las ganas de vivir, porque somos fuertes dentro, en el corazón, porque en la familia nos han dado alas.


¿Cuál es el terreno más fértil en que las raíces pueden desarrollarse de la mejor manera? Es ante todo el terreno de la constancia de los afectos, de la presencia no sólo, física, sino sobre todo emotiva de los padres y, posiblemente, de otros familiares significativos, por ejemplo, los abuelos. Porque los abuelos comparten el léxico familiar, las atmósferas emotivas, pero también los tonos de voz, el lenguaje, los aromas y los sabores de la comida, todas aquellas señales físicas que más que cualquier otra cosa nos dan el código profundo de la pertenencia desde el nacimiento. Son los abuelos que, por experiencia y sabiduría, generalmente saben mediar mejor el cariño con las justas reglas y límites, que por la edad saben encaminar mejor a los nietos hacia la educación al respeto. ¡Qué gran papel para los abuelos, que hoy en día en muchos hogares suplen a los padres!

Sin embargo, no podemos callar la situación de muchos hogares disfuncionales, donde el sentido fundamental de pertenencia les es tristemente lastimado o peor arrebatado a los niños, que quedan, por lo tanto, desar-raigados. ¡Cuántos trágicos daños precisamente en sus raíces físicas y psíquicas! A menos que una nueva familia estable – o la presencia de unos entrañables abuelos – no sea capaz de reponer un fértil terreno de amor en el cual el niño pueda arraigarse tímidamente de nuevo.

Nuestro lema del año, que nos invita a “educar a la esperanza”, sugiere a los padres y a los familiares más significativos, en primer lugar a los abuelos, un vasto campo de atenciones e interrelaciones para entregarles a los niños el don de las raíces y las alas. En la escuela daremos continuidad al quehacer de la familia, cultivando raíces y reforzando alas, ayudando a priorizar los valores y generando espacios de socialización.

En esta perspectiva se coloca la próxima FIESTA COSTUMBRISTA del 12 de septiembre en la que viviremos media jornada, juntos como comunidad educativa ampliada, en la que gustaremos de los sabores y aromas tradicionales, nos deleitaremos con la música tradicional y veremos a nuestros chiquillos cómo logran hacer volar sus volantines, imagen de esas alas que nuestras familias han sabido donarles. Personalmente espero tener la ocasión de encontrarme con algún abuelo que nos cuente a su nieto(a) y a mí historias antiguas que conectan directamente con las raíces.

P. Franco Zago
Rector

jueves, 27 de agosto de 2009

El futuro al que amar

Estimada Comunidad Educativa:

En el ámbito de la Iglesia el concepto más repetido sobre educación durante los últimos años es "emergencia educativa". Fue el Santo Padre, Benedicto XVI, quien lo dijo por la primera vez, el 11 de junio de 2007, ante una asamblea de eclesiásticos y laicos.
Aunque el concepto no requiere mayores explicaciones, cabe preguntarse qué ve la Iglesia y el Papa de preocupante en la sociedad actual para insistir tanto en esta alerta. Sabemos que educar hoy en día no es tan fácil. Pero, ¿en qué sentido estamos en una emergencia?

Retomando libremente las palabras del Papa, podríamos decir que existe una dificultad real de parte de padres, maestros, profesores y educadores en general, para transmitir a las nuevas generaciones "los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento". Resulta que estamos bombardeados como nunca de muchísima información que nos llega a través de los medios, con una virulencia jamás experimentada anteriormente. Información sobre cualquier cosa y, en muchos casos, presentada como verídica e importante para la vida; es decir, información que se despliega ante el público anónimo como verdades indiscutibles, aún si contradictorias. Por el contrario, se dan a conocer un sinfín de opiniones para todos los gustos sobre cualquier cosa, opiniones opuestas, antitéticas, mezcladas a verdades comprobadas, verdades a medias… El resultado de todo ello es un clima de "relativismo", donde no hay ninguna verdad o valor que sea permanente. Dicho de otra forma, puesto que todo puede ser verdadero y que no hay nada con carácter de duradero y estable, menos todavía de absoluto, cada cual toma lo que más le gusta o le conviene, basta que sea compatible con las leyes.

Por otra parte, la facilidad de acceso a internet que tienen los jóvenes, los ponen en directo contacto con los más diversos, incluso disparatados, acopios de datos y de entretención, y las múltiples y variadas relaciones virtuales que van tejiendo, los dejan forzosamente sin capacidad de poder procesarlo todo, menos todavía de tener un mínimo de lucidez de discernimiento sobre ello. Pienso que sean pocos los padres, profesores y educadores que sepan realmente cuánta información y cuántos contactos "tocan" los niños y jóvenes a través de internet. Al verbo "tocar" le estoy dando, ahora, un doble significado. Primero, porque el acceso al espacio cibernético se hace con simple clic del mouse, es decir con un toquecillo, sin esfuerzo, sin ninguna preparación especial, sin tener que prestar demasiada atención, con una asombrosa facilidad (¡otra cosa es leerse una página de un libro, consultar una enciclopedia o pensar qué escribir!). Segundo, porque normalmente se entran en las páginas web con una enorme ligereza, como pasando por encima, sobrevolando rápidamente, sin profundizar o averiguar el tipo de fuente y su seriedad.

Sin desmerecer los adelantos tecnológicos, es bueno darnos cuenta de la dificultad actual para proponer y trasmitir a los jóvenes algo válido y cierto, reglas de vida, objetivos convincentes para la existencia humana, un sentido de vida en definitiva. Luchamos contra un martilleo inabarcable. Nosotros - padres, profesores, educadores - no queremos reducir nuestra labor a la transmisión de determinadas habilidades o capacidades de hacer, como tampoco limitarnos a satisfacer su deseo de felicidad, colmándoles de consumismo y de gratificaciones efímeras. Desde luego las verdades y los valores hemos de vivirlos nosotros mismos, los adultos, en primera persona, evitando lo más posible contradicciones e incoherencias, y reconociendo nuestras "meteduras de pata". En este contexto, cabe decir que también depende de nuestro testimonio y de nuestro compromiso educarlos en la fe, en el conocimiento y seguimiento de Jesucristo; responsabilidad ésta que sin duda contribuye a hacer mejor la sociedad en que vivimos. Eso es lo que creemos y proponemos en nuestro Liceo.

He escrito estas reflexiones, porque ahora voy a compartir algo distinto sobre nuestros chiquillos, unas impresiones que he sacado las semanas pasadas y que se alejan de la panorámica anterior.

Hemos celebrado, con ocasión de la fiesta de nuestro Patrono san Leonardo Murialdo, el Machitún. Este año he tratado de estar presente lo más posible en su preparación y desarrollo, haciendo compatible el normal quehacer de rector con las actividades de nuestros alumnos dentro del colegio, relacionadas con el evento. Quiero manifestar ahora, en esta página, una apreciación sobre lo que he visto.

Puedo equivocarme, pero me atrevo a decir que tenemos la suerte de contar en esta casa de estudios con unos alumnos extraordinarios. Son minoritarios, es verdad, si miramos las estadísticas de conjunto sobre la juventud de hoy en día, teniendo presente las consideraciones anteriores. Pero estos chicos son distintos, por lo menos aquellos que he visto empeñados en las actividades. Tienen valores, tienen voluntad. Saben comprometerse a fondo, aunque sea para una actividad lúdica. Se prueban a sí mismos, sacan de sí recursos y cualidades, a veces, desconocidas para nosotros los adultos. Se esfuerzan en hacer las cosas bien, no se conforman con resultados mediocres. Apuntan competitivamente hacia lo máximo. Son capaces de reconocer sus falencias y límites. Saben colaborar con sus compañeros. Algunos tienen de verdad pasta de líder. Son creativos; tienen buen gusto, sentido de la organización, visión de conjunto; saben trabajar en equipo. Los hemos visto competir hasta más no poder, pero sin rivalidad. Han llorado tras una derrota, pero han sabido serenarse, felicitando a los vencedores. Hemos observado cómo los mayores se han preocupado fraternamente de los más pequeños, para coordinarlos, animarlos, estimularlos al empeño, a la constancia; los han protegido, les han entregado sentido a lo que hacían, más allá de conseguir el mayor puntaje. Incluso - y esto ha sido algo inesperado - los he visto puntuales como nunca, obedientes a las reglas, comprometidos con lo acordado, tratando de recordarse mutuamente los encargos y los horarios.

Quizás alguien dirá que el padre es demasiado optimista, que no es oro todo lo que reluce. Me limito a manifestar mis impresiones solamente. Con todo puedo afirmar que de algo estoy seguro: el Machitún es una ocasión formidable para sacar lo mejor que tienen nuestros alumnos, canalizar fuerzas, fomentar sanas actitudes y valores auténticos, crear ocasiones para probarse, para demostrase a sí mismos y a los demás de qué son capaces… ¡En fin, el Machitún es un buen invento, no me cabe duda! Lástima que no todos los papás hayan podido apreciar cuánto valen sus hijos o lo lindo que resultaron algunas actuaciones. Y uno piensa: si éstos son capaces de tanto, entonces…

Entonces… a mí esta juventud me ayuda a hacer un acto de fe en el futuro de la sociedad y de la Iglesia. No obstante los tiempos de "emergencia educativa", en los que constatamos cómo la secularización, que corre tan rápidamente, nos induce a temer por los valores fundantes de la persona, de la familia y de la sociedad, hay esperanza. Estos son nuestros jóvenes. ¡Éste es nuestro futuro, el futuro al que amar!


P. Franco Zago Da Re
Rector

¿porqué el 18 de mayo?

Estimada Comunidad Educativa:

Mayo no es un mes cualquiera en nuestro Liceo. Es el mes "patronal", el mes dedicado a san Leonardo Murialdo. Pero, ¿por qué este mes y no otro? ¿Ha habido una razón especial o un motivo preferencial para optar por este mes? De entrada podríamos recordar que el 18 de mayo celebramos la fiesta de Murialdo y así tener una respuesta evidente.

Con todo, si nos ponemos a profundizar sobre el argumento, surgen otras preguntas. Por ejemplo, ¿por qué no se ha puesto su fiesta el 26 de octubre, ya que nació en este día del año 1828? ¡Pues cualquier persona celebra su fiesta el día en que recuerda su nacimiento! Por otra parte, si uno hace una pequeña investigación sobre el día elegido para la fiesta de la mayoría de los santos, descubre que éstos son recordados habitualmente no tanto en la fecha de su nacimiento, sino en la del aniversario de su muerte. Por ejemplo, san Alberto Hurtado lo recordamos el 18 de agosto que corresponde al día de su fallecimiento y no el 22 de enero, el día en que nació. Y la razón es de carácter teológico: se quiere celebrar el día en que el santo fue al cielo, es decir, el día en que Dios lo llamó junto a sí en la Gloria de los Santos.

Pero entonces, ¿por qué la fiesta de Murialdo no se celebra el 30 de marzo cuando falleció? De hecho, murió en la madrugada del viernes, 30 de marzo, de 1900. ¡Así que la pregunta 'por qué el 18 de mayo' no sólo tiene sentido, sino que se vuelve más intrigante! Ya que ni el día ni el mes tienen relación con fechas significativas de la vida de Murialdo. Efectivamente, por cuanto uno vaya investigando y rebuscando en la vida de san Leonardo una relación con esta fecha, no la va a encontrar. En todo caso uno podría darse cuenta de que un 3 de mayo de 1970 fue declarado santo por el papa Pablo VI (quien, además, siete años antes, en 1963, un 3 de noviembre, lo había beatificado), fecha que no deja de ser significativa para la memoria de un santo.

En realidad, para encontrar una respuesta satisfactoria debo apelar a mi memoria, porque me temo no encontrar fuentes. Son recuerdos bastante nítidos porque remontan al año de la canonización de san Leonardo Murialdo (la canonización es la inscripción en el catálogo de los Santos realizada por el Papa en un acto solemne que celebra en la basílica de San Pedro de Roma). Era, entonces, todavía joven y acababa de empezar la carrera de estudios teológicos en la facultad de la congregación en Italia. Con todos mis compañeros de estudio vivimos en aquel tiempo unos meses de gran fervor, de mucha preparación y de entusiasta expectativa de cara a la solemne celebración en la basílica de San Pedro. Fue entonces que supe el por qué de la elección del 18 de mayo de boca del mismo que la eligió: el profesor de Liturgia (disciplina que profundiza el significado y regula los ritos y las ceremonias), una autoridad a nivel mundial en su materia, autor de varias publicaciones y del mismo Diccionario de Liturgia. Un día, conversando con él en un recreo, me decía que estaba buscando una fecha para la fiesta litúrgica de Murialdo, ya que no era conveniente dejarla el 30 de marzo. Enseguida le pregunté por qué no el 30 de marzo, si desde cuando entré en la congregación lo reconocía como el día de la memoria de Murialdo, precisamente porque conmemorábamos su "nacimiento para el Cielo". El padre me hizo una larga exposición de motivos que voy a sintetizar.

La primera opción fue obviamente dejar la fiesta para el 30 de marzo. Pero resulta que este día cae siempre o en cuaresma y en semana santa, o bien en plena semana de Pascua y tiempo pascual, dependiendo del año. Desde el punto de vista litúrgico estos períodos son considerados tiempos fuertes, en los que se debe evitar celebraciones solemnes o particulares, que no sean las prescritas para esos tiempos litúrgicos. Por ejemplo, este año, el 30 de marzo cayó en cuaresma, por lo que no se hubiese podido dar un adecuado clima de fiesta a la celebración en honor de san Leonardo.

Entonces, ¿por qué no octubre? - Pregunté al profesor. El mes de octubre no es adecuado - contestó el padre - porque no hay tiempo suficiente para realizar una adecuada preparación a la celebración. El motivo se entiende si tenemos presente que, a diferencia de Chile, en los países del hemisferio norte, las actividades escolares se inician normalmente en ese mes o a mediados del mes de septiembre; por lo tanto, un 26 de octubre resultaba demasiado encima para organizar bien la preparación.

Por estos motivos, el padre estaba pensando en el mes de mayo, que resultaba conveniente para las obras tanto del norte como del sur del hemisferio. Pero en aquel recreo el padre estaba todavía dudando entre dos fechas, elegidas entre las que no tenían conmemoraciones de otros santos muy conocidos. Al final obtuvo el beneplácito de la Santa Sede para el día 18.

No quiero terminar sin antes compartir una reflexión: no obstante la presencia de la congregación de los Josefinos en Chile desde hace más de 60 años, la Iglesia no ha puesto todavía en su calendario litúrgico la memoria de san Leonardo Murialdo. Lamentablemente hay que reconocer que esta falta se debe quizás a la misma congregación, por no haber presentado las instancias adecuadas ante los obispos de las diócesis, donde está presente, o ante la misma Comisión Litúrgica de la Conferencia Episcopal. Es de esperar que este "olvido" se resuelva pronto, porque nuestro santo es un gran santo, de mucha actualidad por su propuesta educativa y de mucha cercanía por su espiritualidad.


P. Franco Zago Da Re
Rector

Reflexión sobre la verdad 2º Parte

Estimada Comunidad Educativa:

En la reflexión anterior sobre el lema afirmaba que no siempre es posible proponer la verdad, ya que mentiras inconscientes y mentirillas nos acompañan por doquier. Tanto es así que ni siquiera le hacemos caso a estas pequeñas "falsedades" que nos intercambiamos a diario. Sin embargo - decía - es sumamente importante comprometerse en poner "grandes rebanadas" de verdad en nuestras relaciones significativas, en particular en las relaciones intrafamiliares. Tratar de dar cada vez más espacio a la transparencia, si bien es costoso, resulta ser a la postre una actitud de vida muy beneficiosa y sana, porque previene problemas, rupturas, malentendidos, fricciones y sinsabores. Por eso entre esposos, entre padres e hijos, entre amigos es fundamental lograr tener espacios de conversación abierta donde uno pueda contar lo que siente dentro.

Preguntémonos ahora: ¿Cuánto pesan los "silencios" en nuestras relaciones significativas? Me refiero a la conducta de no manifestar lo que uno siente o lo que uno tiene dentro, conducta que todos, quien más y quien menos, tenemos, incluso como hábito. En las relaciones solemos con frecuencia callar, no comunicar o no hablar sobre algún argumento o sentimiento. No se alude aquí a la tipología psicológica de introversión o extraversión. La reflexión no pretende tener carácter de estudio psicológico, apunta más bien a observaciones de sentido común.

La costumbre de no manifestar algo que se siente - aquello que deja uno de decir o de expresar en una relación - crea situaciones muy gravosas. Sin embargo, nuestras relaciones están llenas de estos "silencios". ¿Podemos considerarnos personas veraces, si los silencios abundan en nuestra vida diaria? Probablemente seguimos considerándonos veraces, porque no nos sentimos obligados a decir lo que sentimos o a hablar de todo lo que nos pasa por la mente. Sin embargo, en las relaciones importantes la dimensión de "lo callado" debería dejar lugar cada tanto a la verdad de "lo hablado". Prácticamente también en este caso, retomando la imagen del bocadillo del artículo anterior, necesitamos poner "buenas rebanadas de hablado".

La experiencia de estar en contacto con alumnos y sus familias nos enseña que en la relación entre padres e hijos lo que se calla puede resultar nocivo. Ciertamente todavía más entre esposos. Los silencios se vuelven perjudiciales, no sólo porque son ocasiones perdidas para fortalecer los lazos, sino porque normalmente lo que se calla tiene algo de "negativo", algo que nos cuesta decir.

Veámoslo desde el punto de vista de los hijos adolescentes y jóvenes. No es frecuente el caso en que uno ha de hacer sólo reproches a sus padres. Pero también en este colegio - y lo digo con mucho respeto y con la mano en el corazón - hay casos de alumnos que nos cuentan cosas tristes de sus padres y que no se atreven a hablarlo con ellos (también hay alumnos que tienen miedo o vergüenza de hablar de "ciertas cosas" con sus padres). ¿Por qué estos hijos no logran hablarles a sus padres con franqueza?
Yo creo que es difícil tener a unos papás de quienes se podrá conservar sólo recuerdos positivos. En la mayoría de los casos, si esto sucede, significa que se los ha idealizado demasiado. E idealizar es una operación de censura. Esta censura los psicólogos la llama "represión" y es una operación inconsciente de la mente que remueve en el olvido recuerdos desagradables.
Idealizamos lo que no queremos reconocer como negativo. El sentido común debería indicarnos que cada relación se caracteriza por luces y sombras y que algunas veces conversar de lo que no marcha bien, puede ser útil aunque nos moleste. En las relaciones importantes el "silencio", el "no hablar", "lo que se calla" causa a la postre dolor e imposibilidad de elección, y mengua nuestra libertad. Es necesario que en las relaciones significativas haya mucho "dicho" y no demasiado "no dicho". Eso sí, dicho siempre con educación y respeto.

Veamos otro aspecto.
Un filósofo español afirmaba que "las ideas se tienen y en las creencias se está". Con esto quería hacernos ver una sutil, mas profunda diferencia que hay entre las verdades, pensamientos u ocurrencias que manejamos. Hay verdades, pensamientos u opiniones que están en nuestra mente; son las que producimos, sostenemos y discutimos. Pero hay otras que no las poseemos, sino que son verdades "en que estamos". Éstas son las más importantes, porque constituyen y construyen nuestra existencia. Por lo tanto, las verdades fundamentales para nuestra vida - pienso yo - no están tanto en nuestra mente, sino en nuestro corazón. No son muchas, pero son vitales.

Cuando en la tradición pedagógica del Liceo Murialdo hablamos de la "Educación del corazón", entendemos hablar también de esto. Aquellas "verdades importantes" que nuestros alumnos van descubriendo y desarrollando a lo largo de su vida, no han de quedarse solamente en su mente, como ideas, pensamientos u ocurrencias, sino que han de bajar al corazón. ¿Qué quiere decir esto? ¡Que se carguen de emoción y de asombro! ¡Que nos hagan vibrar! ¡Qué se vuelvan experiencia de vida! Porque serán éstas las que conformarán nuestra existencia y se traducirán en comportamientos coherentes. Se trata, en definitiva, de aquellas verdades que "nos sostienen" y no verdades que sostenemos. Precisamente porque pertenecen al corazón. Un sencillo ejemplo tomado de un pensamiento del famoso matemático francés B. Pascal: "Es el corazón y no la mente que siente a Dios".

Pero, ¿cómo lograr que estas verdades bajen al corazón de uno? Aquí está el arte de los educadores, tanto padres como personal del colegio: ¡educar el corazón!



P. Franco Zago Da Re
Rector