jueves, 7 de julio de 2011

VUELTA A LO COTIDIANO

Finalizado el Machitún, el Liceo ha retomado el ritmo académico cotidiano: clases normales sin interrupciones y salas en orden sin el cachureo de la fiesta; recreos sin alboroto ni lienzos flameantes colgando de las barandillas; conversaciones normales sin la concitación de los días de mayo; tampoco gritos de las alianzas; horarios habituales sin permanencia extra para los ensayos…

En cambio, ahora podemos ver a los alumnos concentrados sobre las materias ante las pruebas de nivel; algunos buscan al profesor para resolver las inevitables dudas; otros recurren a los compañeros para aclarar una dificultad; mientras que unos cuantos, seguros de lo estudiado, se van a jugar a la pelota…

Hemos regresado a la normalidad, a la cotidianeidad. Si bien las celebraciones de mayo tienen aspectos significativos para la educación, lo que modela el verdadero perfil de nuestro Liceo es la cotidianeidad.

Efectivamente, la vida de las personas se decide en lo cotidiano. Por lo general, no son los momentos extraordinarios y excepcionales los que marcan más nuestra existencia. Es más bien esa vida ordinaria de todos los días, con las mismas tareas y obligaciones, en contacto con los mismos compañeros/as, con los mismos profesores o colegas, la que nos va configurando. En el fondo, somos lo que somos en la vida cotidiana.

Esa vida no tiene muchas veces nada de excitante. Está hecha de repetición y rutina. Pero es nuestra vida. Somos seres cotidianos. La cotidianeidad es un rasgo esencial de la persona humana.

En esa vida de lo normal y ordinario podemos crecer como personas y podemos también echarnos a perder. En esa vida crece nuestra responsabilidad o aumenta nuestra desidia y abandono; cuidamos nuestra dignidad o nos perdemos en la mediocridad; nos inspiran y alientan los valores profundos o actuamos desde la indiferencia y la apatía; nos dejamos arrastrar por la superficialidad o enraizamos nuestra vida en lo esencial, en lo profundo; se va disolviendo nuestra fe poco a poco, hasta llegar a dejar de rezar, o se va reafirmando nuestra confianza en Dios.

¡La vida cotidiana no es algo que hay que soportar para luego vivir no sé qué! Es en la normalidad de cada día donde se decide nuestra calidad humana y cristiana. Ahí se fortalece la autenticidad de nuestras decisiones; ahí se purifica nuestro amor a las personas; ahí se configura nuestra manera de pensar y de creer. Es en el presente de la cotidianeidad donde cultivamos el futuro que deseamos.

¡Ojalá - me repetía en los días del Machitún - que nuestros jóvenes y niños tuvieran en sus deberes cotidianos tan sólo un porcentaje del empeño, responsabilidad, motivación y compromiso que ponen para competir en sus alianzas. En efecto, pienso que las actitudes de fondo explicitadas en “la tarea Machitún” son las mismas que requiere “la tarea escolar”. Preguntémonos a modo de ejemplo, ¿cuál es la clave para lograr “el objetivo Machitún” o “el objetivo pruebas de nivel”? ¡Se trata de lo mismo! (Obviamente, más allá de otras variables como capacidades naturales, suerte, accidentes…).

Tanto para uno como para otro la clave es saber ORGANIZAR EL TIEMPO.

Prescindiendo de las variables mencionadas, gana el Machitún la alianza que sabe organizarse mejor, planificando los tiempos. Pues lo mismo, el elemento determinante para un productivo estudio es no malgastar tiempo, organizándose bien. Aprender a hacer un plan de trabajo, elaborando una tabla de marcha. Una vez establecidos los tiempos, hay que atenerse al horario con la mayor fidelidad posible. ¿Y cómo no? planificar también un descanso regular, dormir al menos ocho horas por noche. ¡Dormir es tan importante cuanto estudiar!

Tal como lograron el objetivo aquellas alianzas que se exigieron un buen entrenamiento, basado en voluntad, concentración y constancia, lo mismo debe exigirse quien quiere superar las pruebas de nivel.

VOLUNTAD: para empeñarla hace falta resistir a las tentaciones. ¿Las peores? El aburrimiento, la fatiga, el celular, la TV, el computador, Facebook, los amigos que invitan a salir. ¿Qué hacer para resistir a los distractores? 1) No estudiar con el celular y el computador al alcance, pues son una continua tentación. 2) Mejor programar muchas pequeñas fatigas afrontándolas una a una con determinación para llevarlas a cabo en tiempos razonables. 3) Cuando te pongas a estudiar, evita hacer al mismo tiempo otras cosas, como comer, beber, ir y venir de una habitación a la otra. Solamente al final, te permitirás gozar el descanso relajante o la pausa reponedora.

CONCENTRACIÓN: La distracción es un terrible enemigo a combatir. Por lo tanto, hay que potenciar unos recursos: 1) Utilizar varias estrategias como el subrayado, los colores, las notas al margen de un párrafo, la repetición de ejercicios. 2) Alternar sabiamente los momentos de empeño con las pausas de 10 minutos durante los cuales se fija en la memoria lo que se ha estudiado. 3) Ten presente que la concentración mayor se da entre los 20 y los 40 minutos desde el momento en que te pones a estudiar. 4) De vez en cuando hacer unos simples ejercicios de stretching: pararse, extender en alto los brazos, estirar los dedos, doblarse hacia adelante…

CONSTANCIA: Ser constante significa entrenarse un poco cada día para fijar en la mente lo que se aprende. El apretón del último momento, sin programar el estudio y el tiempo, equivale a consumir seis comidas de una sola vez, después de haber ayunado por tres días. Resultado: ¡indigestión sin nutrimento! Estudiar día y noche por horas y horas - ¡poco aconsejable! - puede servir para una sola vez, en vista de una prueba especial. Pero el éxito que deriva de la constancia en la aplicación de la voluntad será la motivación para seguir con el mismo training hacia el éxito.

Padre Franco Zago
Rector

Artículo de el "Murialdino" de Junio, Nº 69