Estimada Comunidad Educativa:
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Cuando echamos a andar en un nuevo año escolar, lo hacemos casi siempre con gran optimismo. Más allá del trabajo que a cada uno le corresponde cumplir, a todos nos da alegría pensar en las nuevas experiencias que tendremos y, sobre todo, en personas que volvemos a encontrar: compañeros y amigos, colegas y profesores, personas de sobra conocidas, pero también rostros nuevos. Sin embargo este año, junto al clima de optimismo, se nos presenta en el horizonte la inestabilidad de la situación económica que está provocando fundados temores en buena parte de la gente. Una de las principales incógnitas es la duración de esta situación y los costos humanos que va exigir. En cualquier caso, sabemos que antes o después, la economía volverá a estabilizarse. Con todo, una palabra hay que decirla ante las preocupaciones del presente, porque éstas no pueden quitarnos la atención sobre lo más importante para nosotros que es la educación. Si por una parte, no podemos vivir de espaldas a la realidad, despreocupados totalmente de cómo nos afectará la contracción de la economía mundial, por otra, como creyentes, tenemos la certeza de que el Señor nos acompaña siempre, y que, por lo tanto, "estamos en buenas manos", como decía Murialdo.
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En fuerza de esta verdad, fortalecida en la oración diaria, podemos superar el clima de incertidumbre y pesimismo, tan dañinos para la salud física, psíquica y espiritual. Pero esta confianza en Dios necesita también de nuestras propias manos, es decir, de nuestra colaboración e implicación. Desde luego hay cosas que nos exceden, que no están en nosotros poder cambiarlas. Pero hay otras que dependen de nosotros. Una crisis como ésta es una ocasión para abordar determinadas dimensiones educativas; por ejemplo, es una ocasión para aprender a sentirse bien con un nivel de vida más austero. La austeridad es una virtud poco frecuente hoy en día, pero no obsoleta y falta de sentido, porque es una gran falacia llenarnos de cosas para ser felices. No soy quien para dar consejo a nadie. Sin embargo, me gusta compartir unas cuantas ideas. Esta coyuntura es una oportunidad para educarse y educar para ahorrar; para planificar bien en lo que se va a gastar; para no caer en la tentación de compras compulsivas; para evitar derroches y ostentaciones; para no cambiar aparatos, artículos de uso, incluso ropa, si no es indispensable; para no tirar las cosas que aún sirven; para librarse de vicios, de flojeras, de caprichos; para cuidar el propio trabajo siendo responsable, activo y puntual; y - ¿por qué no? - para cumplir mejor los compromisos familiares, siendo más colaboradores, más emprendedores, evitando quejarse por cualquier nimiedad.
Es bueno enfrentar este nuevo año, por lo tanto, con espíritu renovado, sin dejarse llevar por un clima de queja generalizada; por el contrario, tomar este tiempo como una oportunidad para algo nuevo. Justo por esto y por otros motivos, que iremos desgranando a lo largo del año, hemos elegido como lema: "Familia y escuela educando a la verdad y a la esperanza".
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Verdad y esperanza son dos grandes valores que necesitan ser propuestos de nuevo y cultivados con mayor esmero hoy en día, precisamente porque en nuestro panorama sociocultural son escasos. Nuestros niños y jóvenes necesitan una palabra certera que les dé seguridad, que les proporcione verdades y no incertidumbres, ejemplos concretos y testimonios de vida y no indiferencia y escepticismo.
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Asimismo, la virtud de la esperanza nos enseña a no quedarnos de brazos cruzados, aguardando que nos llegue no sé de dónde la solución a nuestros problemas. La esperanza sabe resistir en los momentos duros y transforma la vida de las personas, haciéndonos más activos.
Que el Señor, por intercesión de nuestro santo, Leonardo Murialdo, nos acompañe este año a toda la comunidad educativa.
P. Franco Zago Da Re
Rector