jueves, 27 de agosto de 2009

El futuro al que amar

Estimada Comunidad Educativa:

En el ámbito de la Iglesia el concepto más repetido sobre educación durante los últimos años es "emergencia educativa". Fue el Santo Padre, Benedicto XVI, quien lo dijo por la primera vez, el 11 de junio de 2007, ante una asamblea de eclesiásticos y laicos.
Aunque el concepto no requiere mayores explicaciones, cabe preguntarse qué ve la Iglesia y el Papa de preocupante en la sociedad actual para insistir tanto en esta alerta. Sabemos que educar hoy en día no es tan fácil. Pero, ¿en qué sentido estamos en una emergencia?

Retomando libremente las palabras del Papa, podríamos decir que existe una dificultad real de parte de padres, maestros, profesores y educadores en general, para transmitir a las nuevas generaciones "los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento". Resulta que estamos bombardeados como nunca de muchísima información que nos llega a través de los medios, con una virulencia jamás experimentada anteriormente. Información sobre cualquier cosa y, en muchos casos, presentada como verídica e importante para la vida; es decir, información que se despliega ante el público anónimo como verdades indiscutibles, aún si contradictorias. Por el contrario, se dan a conocer un sinfín de opiniones para todos los gustos sobre cualquier cosa, opiniones opuestas, antitéticas, mezcladas a verdades comprobadas, verdades a medias… El resultado de todo ello es un clima de "relativismo", donde no hay ninguna verdad o valor que sea permanente. Dicho de otra forma, puesto que todo puede ser verdadero y que no hay nada con carácter de duradero y estable, menos todavía de absoluto, cada cual toma lo que más le gusta o le conviene, basta que sea compatible con las leyes.

Por otra parte, la facilidad de acceso a internet que tienen los jóvenes, los ponen en directo contacto con los más diversos, incluso disparatados, acopios de datos y de entretención, y las múltiples y variadas relaciones virtuales que van tejiendo, los dejan forzosamente sin capacidad de poder procesarlo todo, menos todavía de tener un mínimo de lucidez de discernimiento sobre ello. Pienso que sean pocos los padres, profesores y educadores que sepan realmente cuánta información y cuántos contactos "tocan" los niños y jóvenes a través de internet. Al verbo "tocar" le estoy dando, ahora, un doble significado. Primero, porque el acceso al espacio cibernético se hace con simple clic del mouse, es decir con un toquecillo, sin esfuerzo, sin ninguna preparación especial, sin tener que prestar demasiada atención, con una asombrosa facilidad (¡otra cosa es leerse una página de un libro, consultar una enciclopedia o pensar qué escribir!). Segundo, porque normalmente se entran en las páginas web con una enorme ligereza, como pasando por encima, sobrevolando rápidamente, sin profundizar o averiguar el tipo de fuente y su seriedad.

Sin desmerecer los adelantos tecnológicos, es bueno darnos cuenta de la dificultad actual para proponer y trasmitir a los jóvenes algo válido y cierto, reglas de vida, objetivos convincentes para la existencia humana, un sentido de vida en definitiva. Luchamos contra un martilleo inabarcable. Nosotros - padres, profesores, educadores - no queremos reducir nuestra labor a la transmisión de determinadas habilidades o capacidades de hacer, como tampoco limitarnos a satisfacer su deseo de felicidad, colmándoles de consumismo y de gratificaciones efímeras. Desde luego las verdades y los valores hemos de vivirlos nosotros mismos, los adultos, en primera persona, evitando lo más posible contradicciones e incoherencias, y reconociendo nuestras "meteduras de pata". En este contexto, cabe decir que también depende de nuestro testimonio y de nuestro compromiso educarlos en la fe, en el conocimiento y seguimiento de Jesucristo; responsabilidad ésta que sin duda contribuye a hacer mejor la sociedad en que vivimos. Eso es lo que creemos y proponemos en nuestro Liceo.

He escrito estas reflexiones, porque ahora voy a compartir algo distinto sobre nuestros chiquillos, unas impresiones que he sacado las semanas pasadas y que se alejan de la panorámica anterior.

Hemos celebrado, con ocasión de la fiesta de nuestro Patrono san Leonardo Murialdo, el Machitún. Este año he tratado de estar presente lo más posible en su preparación y desarrollo, haciendo compatible el normal quehacer de rector con las actividades de nuestros alumnos dentro del colegio, relacionadas con el evento. Quiero manifestar ahora, en esta página, una apreciación sobre lo que he visto.

Puedo equivocarme, pero me atrevo a decir que tenemos la suerte de contar en esta casa de estudios con unos alumnos extraordinarios. Son minoritarios, es verdad, si miramos las estadísticas de conjunto sobre la juventud de hoy en día, teniendo presente las consideraciones anteriores. Pero estos chicos son distintos, por lo menos aquellos que he visto empeñados en las actividades. Tienen valores, tienen voluntad. Saben comprometerse a fondo, aunque sea para una actividad lúdica. Se prueban a sí mismos, sacan de sí recursos y cualidades, a veces, desconocidas para nosotros los adultos. Se esfuerzan en hacer las cosas bien, no se conforman con resultados mediocres. Apuntan competitivamente hacia lo máximo. Son capaces de reconocer sus falencias y límites. Saben colaborar con sus compañeros. Algunos tienen de verdad pasta de líder. Son creativos; tienen buen gusto, sentido de la organización, visión de conjunto; saben trabajar en equipo. Los hemos visto competir hasta más no poder, pero sin rivalidad. Han llorado tras una derrota, pero han sabido serenarse, felicitando a los vencedores. Hemos observado cómo los mayores se han preocupado fraternamente de los más pequeños, para coordinarlos, animarlos, estimularlos al empeño, a la constancia; los han protegido, les han entregado sentido a lo que hacían, más allá de conseguir el mayor puntaje. Incluso - y esto ha sido algo inesperado - los he visto puntuales como nunca, obedientes a las reglas, comprometidos con lo acordado, tratando de recordarse mutuamente los encargos y los horarios.

Quizás alguien dirá que el padre es demasiado optimista, que no es oro todo lo que reluce. Me limito a manifestar mis impresiones solamente. Con todo puedo afirmar que de algo estoy seguro: el Machitún es una ocasión formidable para sacar lo mejor que tienen nuestros alumnos, canalizar fuerzas, fomentar sanas actitudes y valores auténticos, crear ocasiones para probarse, para demostrase a sí mismos y a los demás de qué son capaces… ¡En fin, el Machitún es un buen invento, no me cabe duda! Lástima que no todos los papás hayan podido apreciar cuánto valen sus hijos o lo lindo que resultaron algunas actuaciones. Y uno piensa: si éstos son capaces de tanto, entonces…

Entonces… a mí esta juventud me ayuda a hacer un acto de fe en el futuro de la sociedad y de la Iglesia. No obstante los tiempos de "emergencia educativa", en los que constatamos cómo la secularización, que corre tan rápidamente, nos induce a temer por los valores fundantes de la persona, de la familia y de la sociedad, hay esperanza. Estos son nuestros jóvenes. ¡Éste es nuestro futuro, el futuro al que amar!


P. Franco Zago Da Re
Rector

¿porqué el 18 de mayo?

Estimada Comunidad Educativa:

Mayo no es un mes cualquiera en nuestro Liceo. Es el mes "patronal", el mes dedicado a san Leonardo Murialdo. Pero, ¿por qué este mes y no otro? ¿Ha habido una razón especial o un motivo preferencial para optar por este mes? De entrada podríamos recordar que el 18 de mayo celebramos la fiesta de Murialdo y así tener una respuesta evidente.

Con todo, si nos ponemos a profundizar sobre el argumento, surgen otras preguntas. Por ejemplo, ¿por qué no se ha puesto su fiesta el 26 de octubre, ya que nació en este día del año 1828? ¡Pues cualquier persona celebra su fiesta el día en que recuerda su nacimiento! Por otra parte, si uno hace una pequeña investigación sobre el día elegido para la fiesta de la mayoría de los santos, descubre que éstos son recordados habitualmente no tanto en la fecha de su nacimiento, sino en la del aniversario de su muerte. Por ejemplo, san Alberto Hurtado lo recordamos el 18 de agosto que corresponde al día de su fallecimiento y no el 22 de enero, el día en que nació. Y la razón es de carácter teológico: se quiere celebrar el día en que el santo fue al cielo, es decir, el día en que Dios lo llamó junto a sí en la Gloria de los Santos.

Pero entonces, ¿por qué la fiesta de Murialdo no se celebra el 30 de marzo cuando falleció? De hecho, murió en la madrugada del viernes, 30 de marzo, de 1900. ¡Así que la pregunta 'por qué el 18 de mayo' no sólo tiene sentido, sino que se vuelve más intrigante! Ya que ni el día ni el mes tienen relación con fechas significativas de la vida de Murialdo. Efectivamente, por cuanto uno vaya investigando y rebuscando en la vida de san Leonardo una relación con esta fecha, no la va a encontrar. En todo caso uno podría darse cuenta de que un 3 de mayo de 1970 fue declarado santo por el papa Pablo VI (quien, además, siete años antes, en 1963, un 3 de noviembre, lo había beatificado), fecha que no deja de ser significativa para la memoria de un santo.

En realidad, para encontrar una respuesta satisfactoria debo apelar a mi memoria, porque me temo no encontrar fuentes. Son recuerdos bastante nítidos porque remontan al año de la canonización de san Leonardo Murialdo (la canonización es la inscripción en el catálogo de los Santos realizada por el Papa en un acto solemne que celebra en la basílica de San Pedro de Roma). Era, entonces, todavía joven y acababa de empezar la carrera de estudios teológicos en la facultad de la congregación en Italia. Con todos mis compañeros de estudio vivimos en aquel tiempo unos meses de gran fervor, de mucha preparación y de entusiasta expectativa de cara a la solemne celebración en la basílica de San Pedro. Fue entonces que supe el por qué de la elección del 18 de mayo de boca del mismo que la eligió: el profesor de Liturgia (disciplina que profundiza el significado y regula los ritos y las ceremonias), una autoridad a nivel mundial en su materia, autor de varias publicaciones y del mismo Diccionario de Liturgia. Un día, conversando con él en un recreo, me decía que estaba buscando una fecha para la fiesta litúrgica de Murialdo, ya que no era conveniente dejarla el 30 de marzo. Enseguida le pregunté por qué no el 30 de marzo, si desde cuando entré en la congregación lo reconocía como el día de la memoria de Murialdo, precisamente porque conmemorábamos su "nacimiento para el Cielo". El padre me hizo una larga exposición de motivos que voy a sintetizar.

La primera opción fue obviamente dejar la fiesta para el 30 de marzo. Pero resulta que este día cae siempre o en cuaresma y en semana santa, o bien en plena semana de Pascua y tiempo pascual, dependiendo del año. Desde el punto de vista litúrgico estos períodos son considerados tiempos fuertes, en los que se debe evitar celebraciones solemnes o particulares, que no sean las prescritas para esos tiempos litúrgicos. Por ejemplo, este año, el 30 de marzo cayó en cuaresma, por lo que no se hubiese podido dar un adecuado clima de fiesta a la celebración en honor de san Leonardo.

Entonces, ¿por qué no octubre? - Pregunté al profesor. El mes de octubre no es adecuado - contestó el padre - porque no hay tiempo suficiente para realizar una adecuada preparación a la celebración. El motivo se entiende si tenemos presente que, a diferencia de Chile, en los países del hemisferio norte, las actividades escolares se inician normalmente en ese mes o a mediados del mes de septiembre; por lo tanto, un 26 de octubre resultaba demasiado encima para organizar bien la preparación.

Por estos motivos, el padre estaba pensando en el mes de mayo, que resultaba conveniente para las obras tanto del norte como del sur del hemisferio. Pero en aquel recreo el padre estaba todavía dudando entre dos fechas, elegidas entre las que no tenían conmemoraciones de otros santos muy conocidos. Al final obtuvo el beneplácito de la Santa Sede para el día 18.

No quiero terminar sin antes compartir una reflexión: no obstante la presencia de la congregación de los Josefinos en Chile desde hace más de 60 años, la Iglesia no ha puesto todavía en su calendario litúrgico la memoria de san Leonardo Murialdo. Lamentablemente hay que reconocer que esta falta se debe quizás a la misma congregación, por no haber presentado las instancias adecuadas ante los obispos de las diócesis, donde está presente, o ante la misma Comisión Litúrgica de la Conferencia Episcopal. Es de esperar que este "olvido" se resuelva pronto, porque nuestro santo es un gran santo, de mucha actualidad por su propuesta educativa y de mucha cercanía por su espiritualidad.


P. Franco Zago Da Re
Rector

Reflexión sobre la verdad 2º Parte

Estimada Comunidad Educativa:

En la reflexión anterior sobre el lema afirmaba que no siempre es posible proponer la verdad, ya que mentiras inconscientes y mentirillas nos acompañan por doquier. Tanto es así que ni siquiera le hacemos caso a estas pequeñas "falsedades" que nos intercambiamos a diario. Sin embargo - decía - es sumamente importante comprometerse en poner "grandes rebanadas" de verdad en nuestras relaciones significativas, en particular en las relaciones intrafamiliares. Tratar de dar cada vez más espacio a la transparencia, si bien es costoso, resulta ser a la postre una actitud de vida muy beneficiosa y sana, porque previene problemas, rupturas, malentendidos, fricciones y sinsabores. Por eso entre esposos, entre padres e hijos, entre amigos es fundamental lograr tener espacios de conversación abierta donde uno pueda contar lo que siente dentro.

Preguntémonos ahora: ¿Cuánto pesan los "silencios" en nuestras relaciones significativas? Me refiero a la conducta de no manifestar lo que uno siente o lo que uno tiene dentro, conducta que todos, quien más y quien menos, tenemos, incluso como hábito. En las relaciones solemos con frecuencia callar, no comunicar o no hablar sobre algún argumento o sentimiento. No se alude aquí a la tipología psicológica de introversión o extraversión. La reflexión no pretende tener carácter de estudio psicológico, apunta más bien a observaciones de sentido común.

La costumbre de no manifestar algo que se siente - aquello que deja uno de decir o de expresar en una relación - crea situaciones muy gravosas. Sin embargo, nuestras relaciones están llenas de estos "silencios". ¿Podemos considerarnos personas veraces, si los silencios abundan en nuestra vida diaria? Probablemente seguimos considerándonos veraces, porque no nos sentimos obligados a decir lo que sentimos o a hablar de todo lo que nos pasa por la mente. Sin embargo, en las relaciones importantes la dimensión de "lo callado" debería dejar lugar cada tanto a la verdad de "lo hablado". Prácticamente también en este caso, retomando la imagen del bocadillo del artículo anterior, necesitamos poner "buenas rebanadas de hablado".

La experiencia de estar en contacto con alumnos y sus familias nos enseña que en la relación entre padres e hijos lo que se calla puede resultar nocivo. Ciertamente todavía más entre esposos. Los silencios se vuelven perjudiciales, no sólo porque son ocasiones perdidas para fortalecer los lazos, sino porque normalmente lo que se calla tiene algo de "negativo", algo que nos cuesta decir.

Veámoslo desde el punto de vista de los hijos adolescentes y jóvenes. No es frecuente el caso en que uno ha de hacer sólo reproches a sus padres. Pero también en este colegio - y lo digo con mucho respeto y con la mano en el corazón - hay casos de alumnos que nos cuentan cosas tristes de sus padres y que no se atreven a hablarlo con ellos (también hay alumnos que tienen miedo o vergüenza de hablar de "ciertas cosas" con sus padres). ¿Por qué estos hijos no logran hablarles a sus padres con franqueza?
Yo creo que es difícil tener a unos papás de quienes se podrá conservar sólo recuerdos positivos. En la mayoría de los casos, si esto sucede, significa que se los ha idealizado demasiado. E idealizar es una operación de censura. Esta censura los psicólogos la llama "represión" y es una operación inconsciente de la mente que remueve en el olvido recuerdos desagradables.
Idealizamos lo que no queremos reconocer como negativo. El sentido común debería indicarnos que cada relación se caracteriza por luces y sombras y que algunas veces conversar de lo que no marcha bien, puede ser útil aunque nos moleste. En las relaciones importantes el "silencio", el "no hablar", "lo que se calla" causa a la postre dolor e imposibilidad de elección, y mengua nuestra libertad. Es necesario que en las relaciones significativas haya mucho "dicho" y no demasiado "no dicho". Eso sí, dicho siempre con educación y respeto.

Veamos otro aspecto.
Un filósofo español afirmaba que "las ideas se tienen y en las creencias se está". Con esto quería hacernos ver una sutil, mas profunda diferencia que hay entre las verdades, pensamientos u ocurrencias que manejamos. Hay verdades, pensamientos u opiniones que están en nuestra mente; son las que producimos, sostenemos y discutimos. Pero hay otras que no las poseemos, sino que son verdades "en que estamos". Éstas son las más importantes, porque constituyen y construyen nuestra existencia. Por lo tanto, las verdades fundamentales para nuestra vida - pienso yo - no están tanto en nuestra mente, sino en nuestro corazón. No son muchas, pero son vitales.

Cuando en la tradición pedagógica del Liceo Murialdo hablamos de la "Educación del corazón", entendemos hablar también de esto. Aquellas "verdades importantes" que nuestros alumnos van descubriendo y desarrollando a lo largo de su vida, no han de quedarse solamente en su mente, como ideas, pensamientos u ocurrencias, sino que han de bajar al corazón. ¿Qué quiere decir esto? ¡Que se carguen de emoción y de asombro! ¡Que nos hagan vibrar! ¡Qué se vuelvan experiencia de vida! Porque serán éstas las que conformarán nuestra existencia y se traducirán en comportamientos coherentes. Se trata, en definitiva, de aquellas verdades que "nos sostienen" y no verdades que sostenemos. Precisamente porque pertenecen al corazón. Un sencillo ejemplo tomado de un pensamiento del famoso matemático francés B. Pascal: "Es el corazón y no la mente que siente a Dios".

Pero, ¿cómo lograr que estas verdades bajen al corazón de uno? Aquí está el arte de los educadores, tanto padres como personal del colegio: ¡educar el corazón!



P. Franco Zago Da Re
Rector

Reflexión sobre la verdad 1º Parte - Marzo 2009

Estimada Comunidad Educativa:

A diario nos movemos entre opiniones, mentiras y medias verdades. Parece que sea condición inevitable del hombre la falta de total transparencia, la reticencia (insinuar medias verdades, sobre todo con los chismes), la ambigüedad, el doble sentido. Además, a diario disparamos opiniones personales sin ninguna preocupación por fundamentarlas,, por verificar su veracidad. Incluso a diario decimos mentiras y mentirillas. Y esto lo hacemos todos y no sólo algunos. Decimos mentiras consciente o inconscientemente, embellecemos los aspectos que tienen relación con nuestra persona, escondemos nuestros verdaderos sentimientos… Por ejemplo, cuando alguien nos pregunta "qué tal te va", le contestamos enseguida, sin pensarlo, "bien", porque no nos interesa contarle que pasamos una noche mala por un enojo o una indigestión. Otro ejemplo: si no tengo dinero y me invitan a una cafetería, contesto que no tengo ganas, ya que si los demás esperan que yo pague lo mío, no sabría qué hacer. Estamos siempre dispuestos a justificar nuestras pequeñas o grandes equivocaciones con razones que ocultan parte de la verdad. Por otra parte, contamos mentiras para encubrir algunas conductas que no queremos manifestar. No lo hacemos por maldad, sino por no querer exteriorizar cómo somos por dentro en ese instante o ante esa determinada persona. Contamos mentiras, incluso a las personas que estimamos, porque cuesta mucho decir siempre la verdad. La verdad, en efecto, tiene un costo elevado.

Sin embargo, en estos tiempos está surgiendo un problema nuevo: no se cree en la verdad, no se cree que haya verdades firmes y universales. El camino hacia el predominio de este clima de escepticismo ante la verdad ha sido lento y ha tenido pasos intermedios. Y me explico.
Hoy en día predomina en las mentes de casi todo el mundo lo que se llama "pluralismo". Viene a ser como el dogma de nuestra cultura. Se trata de un sistema de pensamiento por el cual se acepta la validez de la pluralidad de ideas, doctrinas, paradigmas o modelos en el ámbito político, filosófico, religioso, ético… Por otra parte, se puede discutir de todo, pero jamás del derecho de cada cual a pensar como le parezca y a ser respetado en lo que piensa. Esta actitud de respeto la llamamos también "tolerancia", que es la actitud de respetar las ideas, creencias, maneras de actuar de los demás, aún cuando son contrarias a las nuestras.

No cabe duda de que esta tendencia ha significado un progreso en la historia de la humanidad. Pero ha traído consigo el "relativismo" y con él, el "permisivismo". Y estas dos posturas son realmente demoledoras. Son como un cáncer, una polilla que carcome los más apreciado de la sociedad. Simplemente porque tarde o temprano nos llevará al nihilismo, que es la negación de todo principio, autoridad, verdad, objetividad, sentido de la vida…

Para el relativista todo le parece igual. Da lo mismo una visión de la vida que otra, un modo de vivir que su contrario. Para no pocas personas de hoy, ya no hay verdad ni mentira, ni correcto ni equivocado, ni belleza ni fealdad, ni bueno ni malo. Todo es subjetivo. Cada uno verá qué quiere pensar de la vida, cómo siente las cosas y qué le apetece hacer en cada caso. La elección la hace cada cual según su propio gusto o idea del momento. Más todavía, las cosas llegan a veces a tal extremo que si uno defiende en público unas convicciones firmes sobre algo, como la existencia, la vida, el hombre o la moral, fácilmente puede ser tachado de fanático y hasta intolerante y fundamentalista. Lo que vale es la relatividad de todo. Nada es seguro ni firme. Sólo el que mantiene una postura relativista es digno de respeto.

En este ambiente de pluralismo que lleva paulatinamente al relativismo, disfrazado de tolerancia, incluso hablar de religión resultará impropio y ambiguo. Pronto ya no se estilará hablar de la propia fe en público, precisamente porque es un asunto privado y para no ofender a los demás. Es por ello que algunos creyentes reaccionan de manera exagerada, endureciendo su postura fundamentalista, hasta intentar incluso imponer sus convicciones a la fuerza. Otros, por el contrario, siguiendo la moda, desde una postura permisiva y liberal, dan por bueno casi todo afirmando que lo importante es la experiencia religiosa de cada cual, ya que todas la religiones son válidas y todas tienen algo de verdad.

Ahora bien, con este relativismo escéptico no es posible educar, de por sí ni siquiera hablar de educación. Porque sólo se puede educar desde una "concepción ideal" de la persona humana, o por lo menos desde alguna concepción de persona que se considera mejor que otras. Únicamente desde la confianza de que un ideal de humanidad merece ser transmitido, cobra sentido educar. Porque creemos que no todo da igual. Porque creemos que hay algo permanente, estable, universal y absoluto que llamamos verdad.

Por consiguiente, podemos fácilmente prever que vamos a tener una crisis en la educación. Una crisis doble. Por un lado, en los educadores y docentes en los cuales irá generándose el desaliento al verse continuamente metidos en el esfuerzo por tener que dar referencias de sentido en un contexto de sinsentido, de propuestas de valores en un ambiente de contravalores, de verdades en un horizonte escéptico donde cada cual cambia a su gusto la opinión; al verse, además, sometidos a un trabajo en solitario, sin el apoyo de las familias que probablemente se suman al sentir común de no buscar la verdad porque no creen que exista (incluso, como pasa en otros países, sin el apoyo de los gobiernos). Por el contrario, en los alumnos, hijos de su tiempo y de los medios de comunicación, los cuales irán creciendo sin apenas recursos morales y vitales para afrontar el futuro con esperanza, ya que no hay nada fijo y estable, nada por lo cual valga la pena esforzarse y luchar.

Preguntémonos, por ejemplo, qué pasaría, si se llegase a tener como regla de vida la que propuso un fiscal de USA de que "la verdad es relativa; escoge la que mejor te funcione". Sabemos que los adolescentes, creciendo, tienen como por instinto la necesidad de distinguir entre lo verdadero y lo engañoso, lo que es una realidad o una ficción. Ese tipo de límites, que la sociedad adulta tiene cada vez más desdibujados, los chicos lo reclaman.

Los jóvenes, además, se vuelven más idealistas, por lo que son abiertos y dados al compromiso, incluso, a veces, en formas poco razonables. Si todas las propuestas o las ideas son igualmente válidas - lo cual significa que son igualmente falsas - entonces, ¿cuáles motivos podrán tener para empeñarse en una acción o asumir una responsabilidad? Vamos a tener una generación de indecisos o de gente que no sabe ni le interesa tomar decisiones.

El Papa recordaba últimamente en un discurso que "un niño tiene un deseo fuerte de saber y entender, que se expresa en su torrente de preguntas y demandas constantes de explicaciones. Por lo tanto, la educación se empobrecería si se limitara a proveer información, y descuidara la pregunta importante sobre la verdad, sobre todo aquella verdad que puede ser una guía en la vida".

Entonces, ¿qué hacer?
Recetas no las hay. Posiblemente, si nos ponemos a pensar en común, incluso con nuestros alumnos, vislumbraremos caminos o pistas para despertar de nuevo en ellos el interés por la verdad. He aquí unas indicaciones:
Recuperar con humildad, por ejemplo, la actitud socrática de provocar en nosotros y en los otros la búsqueda de la verdad. Sobre todo de aquellas verdades que son guías en la vida. Distinguiendo verdades absolutas de verdades a medias, porque también "un reloj roto indica la hora exacta dos veces al día". Por lo tanto, valorización del diálogo, que implica una comunicación racional, lo cual supone la superación de la postura del consenso entre las personas, ya que el consenso comporta, en definitiva, una renuncia a la verdad para buscar acuerdos políticamente correctos.

Por otra parte, ya que el pluralismo es hoy en día un valor no desdeñable, sostener decididamente el pluralismo, pero fundado en la responsabilidad, en la coherencia y en los deberes asumidos de manera estable y duradera; pluralismo que acepta convivir con quienes piensan de manera distinta, pero sin que por ello debamos renunciar a buscar la verdad o "rebajar" el convencimiento de las verdades en que creemos y nos sostienen en nuestra vida.

Dar razón de nuestras creencias con razones; es decir, fundar racionalmente nuestros argumentos y no limitarse a exponerlos dogmáticamente.

Llegar a tener unas verdades que dan sentido y sabor a la vida, sin las cuales todo se volvería más insípido y oscuro.

Visto, además, que diariamente nos movemos entres opiniones y mentirillas, como condición ineludible del ser humano, tener como norma de vida decir la verdad en las relaciones importantes. Ahondando un poco más, podemos decir que éste es un criterio útil e importante, pero no siempre aplicable, porque, algunas veces, si digo la verdad daño a mí mismo y al otro. A veces no se puede soportar la verdad en su totalidad. Es que funcionamos de esta manera: exigimos la verdad, pero la verdad nos pesa. Si no quiero disgustar a quien está ante mí, cuento una mentira. Pero, esta situación me convierte a la larga en demasiado mentiroso. Es necesario, por lo tanto, que en las relaciones importantes (no es lo mismo una relación ocasional con uno que se encuentra por la calle que la relación con un familiar, con un colega, con un superior, con un hijo) se amplíen las porciones de verdad. Si me es difícil aguantar a alguien, no puedo seguir tolerándolo continuamente; no puedo seguir callándome y no decirle nada. Además de sentirme mal, construiría una relación falsa que a un determinado momento explotaría, acarreando estragos en la relación. Cada tanto hay que decir la verdad. Pues hay que utilizar buenas "rebanadas" de verdad. El ejemplo que hice ante los alumnos viene a significar exactamente esto: el concepto de rebanada o porción incluye la idea de intervalo. Es decir, entre una porción y otra hay otra realidad, de lo contrario no sería una rebanada. Exactamente como se hace un bocadillo. Entre pan y pan se pone un relleno sabroso. En el intervalo entre una buena rebanada de verdad y otra estaría la opinión y la mentirilla inevitables. Construiremos buenas relaciones cuando aumentamos las "rebanadas de verdad". Lamentablemente, incluso en las mejores familias, sucede con frecuencia lo contrario, pues nos movemos por comodidad, flojera o miedo entre mentirillas y medias verdades. En conclusión, la verdad en las relaciones es fundamental. Tratar de dar espacio a la transparencia es algo costoso, pero vale la pena, si bien somos conscientes de que no siempre es posible proponer la verdad. Quizás podríamos decir que el equilibrio y la madurez consisten en comprometerse en poner grandes rebanadas de verdad en nuestra vida normal, teniendo presente siempre la sensibilidad de los demás. Pues necesitamos equilibrio y prudencia, madurez y vigilancia.


P. Franco Zago Da Re
Rector

Saludo del Rector para la agenda - Marzo 2009

Estimada Comunidad Educativa:

Cuando echamos a andar en un nuevo año escolar, lo hacemos casi siempre con gran optimismo. Más allá del trabajo que a cada uno le corresponde cumplir, a todos nos da alegría pensar en las nuevas experiencias que tendremos y, sobre todo, en personas que volvemos a encontrar: compañeros y amigos, colegas y profesores, personas de sobra conocidas, pero también rostros nuevos. Sin embargo este año, junto al clima de optimismo, se nos presenta en el horizonte la inestabilidad de la situación económica que está provocando fundados temores en buena parte de la gente. Una de las principales incógnitas es la duración de esta situación y los costos humanos que va exigir. En cualquier caso, sabemos que antes o después, la economía volverá a estabilizarse. Con todo, una palabra hay que decirla ante las preocupaciones del presente, porque éstas no pueden quitarnos la atención sobre lo más importante para nosotros que es la educación. Si por una parte, no podemos vivir de espaldas a la realidad, despreocupados totalmente de cómo nos afectará la contracción de la economía mundial, por otra, como creyentes, tenemos la certeza de que el Señor nos acompaña siempre, y que, por lo tanto, "estamos en buenas manos", como decía Murialdo.

En fuerza de esta verdad, fortalecida en la oración diaria, podemos superar el clima de incertidumbre y pesimismo, tan dañinos para la salud física, psíquica y espiritual. Pero esta confianza en Dios necesita también de nuestras propias manos, es decir, de nuestra colaboración e implicación. Desde luego hay cosas que nos exceden, que no están en nosotros poder cambiarlas. Pero hay otras que dependen de nosotros. Una crisis como ésta es una ocasión para abordar determinadas dimensiones educativas; por ejemplo, es una ocasión para aprender a sentirse bien con un nivel de vida más austero. La austeridad es una virtud poco frecuente hoy en día, pero no obsoleta y falta de sentido, porque es una gran falacia llenarnos de cosas para ser felices. No soy quien para dar consejo a nadie. Sin embargo, me gusta compartir unas cuantas ideas. Esta coyuntura es una oportunidad para educarse y educar para ahorrar; para planificar bien en lo que se va a gastar; para no caer en la tentación de compras compulsivas; para evitar derroches y ostentaciones; para no cambiar aparatos, artículos de uso, incluso ropa, si no es indispensable; para no tirar las cosas que aún sirven; para librarse de vicios, de flojeras, de caprichos; para cuidar el propio trabajo siendo responsable, activo y puntual; y - ¿por qué no? - para cumplir mejor los compromisos familiares, siendo más colaboradores, más emprendedores, evitando quejarse por cualquier nimiedad.

Es bueno enfrentar este nuevo año, por lo tanto, con espíritu renovado, sin dejarse llevar por un clima de queja generalizada; por el contrario, tomar este tiempo como una oportunidad para algo nuevo. Justo por esto y por otros motivos, que iremos desgranando a lo largo del año, hemos elegido como lema: "Familia y escuela educando a la verdad y a la esperanza".

Verdad y esperanza son dos grandes valores que necesitan ser propuestos de nuevo y cultivados con mayor esmero hoy en día, precisamente porque en nuestro panorama sociocultural son escasos. Nuestros niños y jóvenes necesitan una palabra certera que les dé seguridad, que les proporcione verdades y no incertidumbres, ejemplos concretos y testimonios de vida y no indiferencia y escepticismo.

Asimismo, la virtud de la esperanza nos enseña a no quedarnos de brazos cruzados, aguardando que nos llegue no sé de dónde la solución a nuestros problemas. La esperanza sabe resistir en los momentos duros y transforma la vida de las personas, haciéndonos más activos.
Que el Señor, por intercesión de nuestro santo, Leonardo Murialdo, nos acompañe este año a toda la comunidad educativa.


P. Franco Zago Da Re
Rector