martes, 7 de septiembre de 2010

LA IGLESIA CATÓLICA Y EL BICENTENARIO


Hace un par de semanas hemos apreciado la bonita exposición

La presencia de la Iglesia en la vida de Chile”.

Los alumnos, guiados por el departamento de Pastoral, han buscado y explorado en la historia pasada y reciente del País, una serie escogida de eventos, personajes, santos y religiosidad popular, que de alguna manera ha contribuido a la edificación espiritual del alma de nuestra nación. Luego, los alumnos han tratado de expresar y plasmar lo más significativo en varias formas de representación. Las mejores realizaciones de este trabajo, según la edad y capacidad de cada equipo, han sido puestas en exposición en la capilla del colegio para que todo el mundo pudiese apreciarlas y, al mismo tiempo, tuviese la oportunidad de percibirlas como factor de construcción social de la identidad nacional. En el fondo fue éste el objetivo que el departamento de Pastoral se propuso para implementar esta actividad en el año del Bicentenario.

Precisamente este año en que se habla por todos los medios de nacimiento de la nación, de símbolos patrios, de historia y cultura chilena, de próceres y hombres ilustres, de eventos históricos fundantes, casi casi nos olvidamos del aporte de la religión y de la Iglesia a ello. Por eso en el departamento nos pareció que uno de los primeros servicios que debía rendir un colegio católico a los alumnos y apoderados, era justamente el de hacer presente el hecho de que no se podía entender plenamente la identidad nacional sin una mirada a la presencia de la Iglesia en la vida de Chile.

Quizás vivimos tiempos en que no resulta políticamente correcto hablar de religión y de Iglesia; menos todavía este año, en que los pecados y los delitos de algunos eclesiásticos han oscurecido y entristecido a nuestra Iglesia y han suscitado no pocos interrogantes en los cristianos de a pie. En consecuencia, por un motivo o por otro, se busca evitar hablar de religión, especialmente de su proyección pública.

Hay quien piensa que la identidad religiosa es algo perteneciente a la esfera privada de cada individuo e, incluso, puede ser una amenaza para la convivencia y las libertades.

Es evidente que existe una intransigencia religiosa, que se muestra claramente incompatible con planteamientos democráticos. Pero esta postura de algunos no nos debe hacer pasar por alto la importancia de la religión. Es aún una de las formas de identidad cultural más potente en todo el mundo, una de las más capaces de movilizar a las sociedades. Sólo por ello, merece que le prestemos atención. En particular, aquí en Chile constituye una evidencia el hecho de que la religión católica con sus expresiones es una de las claves para interpretar la chilenidad.

Los escándalos, los errores y, eventualmente, algunas posiciones intransigentes en la Iglesia no tendrían que ser obstáculo para valorar el papel positivo de la tradición religiosa en la cohesión social, así como la posibilidad de ser todavía un verdadero agente de cambio social.

Cultura y religión, además, no son realidades aisladas e independientes. En toda sociedad humana se da una interrelación entre elementos culturales y religiosos. Por ello, podemos decir que la religión y la iglesia católica son fenómenos socioculturales. Todas las culturas poseen unos comportamientos religiosos, que son como el alma de cada una de ellas. El hecho religioso es algo que incumbe a todos los miembros de una comunidad nacional, independientemente que sean creyentes o no. Y esto es así porque la religión forma parte de la cultura y la civilización, siendo la religiosidad algo inherente a las formas de pensamiento y a los comportamientos y prácticas del ser humano.

La religión es un fenómeno cultural que proporciona a los habitantes de una región, como Latinoamérica, unas pautas mentales, unos valores, unas actitudes y unos comportamientos; es un hecho social que surge como exteriorización del proceso mental, vital, colectivo del grupo humano que recibió en la historia la influencia de la religión católica. En este sentido podemos decir que la tradición religiosa forma parte de la estructura social que una nación va creando. Desde esta perspectiva, la religión se tiene que entender como construcción social, y de ahí su trascendencia pública, no sólo interior o de conciencia.

Por otra parte, hemos de reconocer que la Iglesia pone a disposición, a través del Evangelio, verdades y valores, pero no da respuestas concretas a cada problema que surge en una nación, problema tanto político como económico y social.

Volviendo nuestra mirada al Chile de hoy en día, encontramos en sus ciudadanos un espesor de religiosidad de profunda raigambre, que difícilmente se podrá borrar, aunque todo el mundo quisiera de propósito olvidarse de ello.

Me pregunto si los chilenos serían los mismos si de repente quitásemos de su mente y corazón la devoción a la Virgen del Carmen. ¿Seríamos capaces de interpretar y comprender la identidad nacional sin un p. Hurtado, sin el aporte de la Vicaría de la Solidaridad del período del cardenal Silva Enríquez?

Toda identidad nacional esconde en su interior un alma. Es responsabilidad de los educadores, de los intelectuales y de los adultos en general, hacer conscientes a las nuevas generaciones de que hay en lo profundo del chileno una dimensión espiritual que proviene de la Iglesia Católica.