HONRADOS CIUDADANOS PORQUE BUENOS CRISTIANOS
Hace días leía la síntesis de un estudio realizado últimamente en Gran Bretaña, que tiene que ver con la religiosidad y la vida espiritual de los jóvenes. Empiezo esta reflexión con el resumen de unos puntos que encontré interesantes.
Fundamentalmente el estudio revela que un nivel más alto de práctica religiosa puede afectar positivamente a la capacidad de un estudiante para lograr mejores resultados. Los alumnos que se involucran en actividades religiosas y que, por ende, están con más ocupaciones, curiosamente dedican más tiempo para hacer las tareas. Las familias que mantienen una práctica religiosa semanal - léase misa dominical - tienden a ser más cohesivas y estables y a esperar más de sus hijos y, por ende, a educarlos con mayor constancia y firmeza al sentido de la responsabilidad, la honestidad y la coherencia.
El documento identifica, además, algunas formas a través de las cuales la práctica religiosa ayuda a los jóvenes:
- Éstos interiorizan más fácilmente valores y normas y, por tanto, consiguen con mayor asiduidad logros.
- La referencia habitual a la religión fomenta altas expectativas personales en ellos, y los ayuda a evitar comportamientos sociales desviados.
- Normalmente los adolescentes que frecuentan la iglesia tienen más expectativas educativas para sí mismos.
- Cuando se involucran con otros compañeros en actividades o asociaciones religiosas, el grupo se anima a implicarse académicamente y tiende a estar mejor orientado en la vida.
- Aquellos jóvenes que asisten semanalmente a las funciones religiosas (misa dominical) tienen menos probabilidad de llegar a consumar drogas o alcohol, o a mezclarse en comportamientos delictivos.
- La asistencia religiosa potencia también habilidades sociales por las periódicas interactuaciones que ofrece la comunidad.
- La ventaja para los jóvenes con asistencia religiosa semanal, en comparación con sus compañeros que no asisten al culto, es equivalente en general a la ventaja que proporciona unos padres con estudios superiores terminados.
Pienso que el estudio no revela ideas tan novedosas y sorprendentes; más bien presenta unos escenarios que varios, al menos, conocíamos desde siempre. Lo que sí llama la atención es que estos datos vengan confirmados por las ciencias sociales y que procedan de la laica y secularizada Europa.
Sabemos que la fe religiosa proporciona a la gente un sentido de propósito y de significado a sus vidas y a sus relaciones, por lo que les ayuda a afrontar las tensiones que se producen hasta en las mejores familias.
Las familias, que están insertas en grupos religiosos y/o en comunidades parroquiales, normalmente promueven en los hijos la vida espiritual y, al mismo tiempo, comportamientos éticos positivos, en particular el sentido de la caridad y del perdón. Todo ello ayuda a definir una conducta apropiada en la misma pareja, y les anima a tratar los conflictos de manera constructiva. Y esto, desde luego, redunda en beneficio de los hijos. Estas familias no son perfectas, pues tienen sus defectos e incoherencias. Pero tendrían mucho más fallas y contradicciones, junto posiblemente con la falta de un norte en la vida, si dejasen de repente la práctica religiosa.
La religión, vivida y practicada de manera constante, es causa también de un comportamiento cívico consecuente. La confrontación con
y promueve cultura cívica a su alrededor. Al fin y al cabo, volvemos a la intuición educativa de San Leonardo Murialdo y demás grandes educadores, quienes se proponían como meta formar buenos cristianos y honrados ciudadanos. Si bien el binomio educativo es de por sí inseparable, en sus mentes siempre han creído que lo segundo es producto de lo primero. Dicho de otra manera: nuestra meta educativa - heredada del carisma de Murialdo e ilustrada este año a través del lema del Bicentenario - propone llegar a ser honrados ciudadanos porque se es buenos cristianos. Una afirmación que nos hace comprender la importancia de la educación integral, por lo que los comportamientos externos y sociales no pueden separarse de su fuente más genuina, que son los elementos interiores y espirituales.
Quiero expresar esta idea con una imagen tomada de una receta italiana. Hay una crema gustosísima - sabayón la llaman en el País vecino - que se hace a base de mezclar con fuerza yema de huevo con azúcar, añadiendo continuamente un hilo de vino dulce. Mezclar con vigor y constancia huevo y azúcar es tarea pesada; además, uno, por cuantos cuidados tenga, no deja de ensuciarse. Lo mismo sucede en la educación verdadera: la lograremos cuando de partida no tenemos miedo de ‘ensuciarnos’; pero sobre todo, cuando no nos dejamos vencer por el cansancio en el cotidiano trabajo de combinar lo académico con valores y actitudes, y sobre todo un hilo ininterrumpido de espiritualidad. La educación integral, cuando al cabo de los años se atisban ciertos resultados, es de verdad como esta crema que gusta a todos sólo cuando esté del todo emulsionada y se deje reposar un tiempo.
p. Franco Zago