Tengo ante mi el Mapa-Semáforo de
respectivamente por encima o por debajo del promedio nacional. El mapa lleva en el anverso una carta con firmas del Presidente y del Ministro de Educación.
¡Qué tristeza!
¿Cómo se sentirán papás y mamás de aquellos alumnos, cuyo colegio tiene el semáforo rojo? ¿qué podrán hacer? Si tienen tan sólo un poquito de interés para que sus hijos reciban una mejor formación académica, ¿qué posibilidades reales van a tener el próximo año? ¿y cómo responderá el Ministerio las Municipalidades ante los reclamos de los padres?
Desde luego, en estos momentos lo que menos me importa es constatar una vez más que nuestro Liceo tiene buenos resultados y que está evaluado con semáforo verde. En todo caso me preocuparía si llegasen muchos más postulantes para nuestro colegio, porque nos produciría mayor stress en el trabajo de selección o porque siempre es duro contestar a un papá o una mamá que suplica que su hijo(a) sea admitido(a), que no tenemos vacantes.
Me preocupa también una afirmación de la carta que acompaña el Mapa-Semáforo, que en el contexto de la publicación de los resultados SIMCE, cobra un sesgo reduccionista: “…una buena educación significa mayor progreso, abrir puertas y mejores oportunidades. En síntesis: una vida más plena y feliz para sus hijos” ¡Es una ecuación inaceptable¡ ¿Cómo se puede reducir el concepto de vida plena y feliz a mejores resultados del SIMCE? ¿acaso la felicidad y la vida plena las pueden tener sólo auqellos que van mejor en sus estudios y que tienen mejores oportunidades? Si fuera asi, entonces deberíamos concluir que la mayor parte de los alumnos de los colegios con semáforo rojo tendrá una vida insatisfactoria e infeliz. No solo se trata de una perspectiva erronea, sino también sumamente peligrosa, por considerar los resultados académicos de las pruebas externas como el factor de predictibilidad de “una vida más plena y feliz”.
Nosotros no queremos que nuestro colegio sea elegido o preferido principalmente por sus resultados académicos o por ser bastante barato en comparación a lo que ofrece; o por ambas cosas. Ciertamente nos empeñamos por superar el rendimiento escolar de todos y cada uno de nuestros alumnos, preocupándonos por los más rezagados. Analizaremos detenidamente los resultados del SIMCE para buscar donde canalizar nuestra atención y poner los remediales más adecuados. Nos preocuparemos cuando en una asignatura no tenemos buenos resultados. Pero cuando aspiramos que nuestro liceo sea apreciado, quisiéramos que lo fuera por algo más profundo y auténtico; por aquello que tiene que ver realmente con la felicidad de niños y jóvenes:
¾ Por la convivencia alegre y disciplinada
¾ Por las relaciones de confianza entre alumnos y profesores
¾ Por la atención personalizada que se intenta instaurar de parte de los profesores jefe con las entrevistas.
¾ Por las múltiples iniciativas solidarias, generadoras de sólidas actitudes para la vida;
¾ Por el continuo estímulo al trabajo bien hecho;
¾ Por ser un colegio inclusivo que no discrimina a quien no llega enseguida a los resultados esperados;
¾ Por el enfoque pedagógico que mira sobre todo a educar el corazón;
¾ Por toda la labor pastoral que se lleva a cabo de manera sistemática con alumnos y padres;
¾ Por la espiritualidad y los valores que diariamente tratamos de comunicar
¾ Porque queremos formar a buenos cristianos y honrados ciudadanos, es decir, queremos que nuestros alumnos, cuando salgan de 4º Medio sean jóvenes históricamente ubicados y cristianamente inspirados…
Este es el valor agregado que hace a un buen colegio; por ello, la prueba SIMCE, que dice medir la calidad de la educación, sólo mide un aspecto, importante si, pero no siuficiente para calificar a un colegio como bueno o malo o regular, con semáforo verde, rojo o amarillo…
p. Franco Zago, rector, Julio 2010