Los analistas sociales observan que los jóvenes están sometidos a presiones, ambientes e ideologías que dificultan el ejercicio de su ciudadanía, y cada vez hay menos espacios que escapan al dominio del mercado (consumismo), desde las relaciones personales al tiempo libre, la vida privada, la cultura, los sentimientos. Por lo tanto, no es tarea fácil para los que nos ocupamos de educación tratar de realizar el programa indicado por el lema de este año “Por ser
Hay que reconocer que San Leonardo Murialdo que ahora llamamos educación integral. Pero hay que reconocer también que ya entonces dicha meta constituía para sus colaboradores, religiosos y laicos, un campo de trabajo difícil y, al mismo tiempo, altamente desafiante. El clima social y los ambientes desde los cuales provenían los chicos de Murialdo, eran tales que hacía considerar bastante utópica su propuesta. Sin embargo, él y sus colaboradores, con la pedagogía del corazón, mediante la insistencia constante, casi cotidiana, de recordarles a los jóvenes los valores fundantes, de motivarlos al empeño, cuando propuso como meta para sus muchachos del colegio “Artesanitos” de Turín, que llegasen a ser “honrados ciudadanos y buenos cristianos”, tenía una lúcida visión de futuro, que lo anticipaba tanto en lo académico como en lo espiritual y en lo cívico de implementar aquellas iniciativas que despertasen su sensibilidad, lo consiguieron. No al 100 por ciento, porque también ellos tuvieron que rendirse ante los casos “imposibles” (Murialdo solía decir que “también la paciencia tiene un límite”), pero sí en un alto porcentaje.
Hoy vivimos casi la misma orfandad en valores y motivaciones. Por eso nosotros los adultos, padres, docentes y educadores, no podemos escatimar ningún esfuerzo ante el desafío de evitar que la juventud se convierta en tierra quemada, es decir, insensible a la “participación ciudadana y a la dimensión espiritual”.
Creo que es muy acertado también hoy, como para el tiempo de Murialdo, poner en el mismo plano estos dos ámbitos, porque son constitutivos de la condición humana. Más allá de cualquier propuesta pedagógica, quedará siempre actual y prioritaria la misión de encaminar a los niños y jóvenes hacia el mundo de la participación activa como ciudadanos honestos y como cristianos coherentes, para que no se queden solamente en la dimensión de chilenos por nacimiento y carnet sin más, y de cristianos únicamente de nombre y de partida de bautismo.
Reconocemos múltiples propuestas en el panorama actual de la educación, todas legítimas, cada una de ellas persiguiendo unos objetivos bien definidos, de mayor o menor altura; por mencionar algunas: la educación para la profesionalidad y el empleo que se convierte en la base de la productividad; la educación para la salud que mira a generar estilos saludables de vida; la educación para el consumo que promociona el ahorro; la educación vial que quiere conseguir una mayor seguridad en carretera, la educación para la solidaridad que promueve un mundo más fraterno, etc. Sin embargo, nuestra propuesta educativa no podemos considerarla una más entre tantas (como algún apoderado ha expresado últimamente); no sólo es “la nuestra”, sino que pensamos que ella las trasciende, tanto si la proponemos con la formulación dejada por Murialdo –formamos honrados ciudadanos y buenos cristianos- como en la que tratamos de traducir para nuestro colegio – formamos jóvenes históricamente ubicados y cristianamente inspirados -, porque su finalidad abarca el hombre completo; por eso mismo denominamos este tipo de educación con el calificativo de “integral”. Toda intervención coherente y toda iniciativa llevada a cabo en nuestro colegio están encaminadas a conseguir esa meta.
Hace unos 15 días vivimos el Machitún. No es sólo la expresión celebrativa más intensa del Liceo, Machitún es también una plataforma educativa donde los alumnos se ensayan en muchas y variadas actitudes fundamentales para la vida: la fraternidad transversal entre los cursos, donde el mayor protege y ayuda al pequeño y donde el pequeño puede ejercitarse en el sentido democrático, aportando su opinión en paridad de condiciones; el liderazgo responsable sin afán de protagonismo; la preparación y esfuerzo para lograr que todo salga de la mejor manera posible, corrigiendo los fallos que van surgiendo, hasta el detalle; la autodisciplina que modera los impulsos y los nerviosismos, que no cede ante el cansancio y que concentra las energías hacia la misma dirección; la sana competitividad entre las alianzas, que estimula los esfuerzos de autosuperación a más no poder; el trabajo en equipo, la distribución de tareas, la capacidad de organización, la colaboración, el sentido corporativo,, la alegría, el entusiasmo, y un largo etcétera. Pero, por encima de todo brilla, a mi juicio, la actitud común a todos: la “participación activa y responsable”, la que justamente prepara a ser ciudadanos activos y honrados.
En los próximos días el colegio se encenderá por la fiebre mundialista. Será un momento para crecer en el sentido de la patria, más allá de declararse hincha de uno u otro equipo. Una aspiración entonces: ojala que nuestros niños y jóvenes no se sientan chilenos sólo cuando los convoca
p. Franco Marzo 2010