martes, 14 de diciembre de 2010

CONSTRUIR UNA MESA PARA CHILE

El 3 de diciembre, por cuarto año consecutivo, alumnos, profesores, asistentes de la educación y un significativo número de apoderados hemos peregrinado al santuario de la Inmaculada Concepción del Cerro San Cristóbal, como conclusión del mes de María. Una larga y alegre caminata que, gracias Dios, se desarrolló como siempre sin accidentes. Obviamente, mientras caminamos, no falta en nosotros, los adultos, un poco de aprensión, porque no es empresa fácil cuidar a tantos alumnos por veredas, cruces de calles, carretera de subida y sendero de bajada. Pero constatamos que ya se ha consolidado la tradición con un formato bien planificado y articulado, que cada año va mejorando sus resultados.

Es bueno destacar aquí, en Murialdino, la colaboración de numerosos alumnos. Ante todo, un grupo de 3º medio que se encargó de cuidar a los compañeritos del primer ciclo, desde plaza Tupahue al Cerro, manteniéndolos dentro de la cinta protectora; lo hicieron con sentido de responsabilidad, mucho ojo avizor y trato cariñoso. No puedo dejar de mencionar a las excelentes actuaciones del coro del colegio, de las niñas del grupo de danza, del grupito que nos encandiló al final con la representación cantada de “La casita de Nazaret”. Y como siempre, no faltó el entusiasmo del grupo de pastoral, siempre muy proactivo y dispuesto a colaborar en lo que sea.

Después de este debido reconocimiento, quiero llevar la reflexión sobre la dinámica o gesto simbólico que realizamos al final, en el santuario al aire libre. Entre cantos, oraciones a la Virgen, ofrendas florales de los niños de la primera comunión y de los jóvenes que se confirmaron en noviembre pasado, quisimos poner un gesto que fuese un poco la síntesis del camino hecho en año del Bicentenario. En realidad todos los años tratamos de realizar algo simbólico como expresión de oración, de participación y de compromiso de toda la comunidad educativa. Esta vez tomamos inspiración del lema del año: “Por ser la Patria una misión, formamos honrados ciudadanos y buenos cristianos”; y quisimos compaginarlo con el lema de la Iglesia de Chile para el Bicentenario: “Chile, una mesa para todos”.

Pero antes de presentar el símbolo elegido, quiero recordar algo relacionado con nuestra visión educativa que lo enmarca: el Liceo, en cuanto escuela católica, propone la fe no solamente como adhesión a una doctrina y moral cristianas y a unos valores con fundamento evangélico; no solamente como oración personal y comunitaria, como vivencia en pequeñas comunidades o grupos, como celebración participativa involucrando a las familias, como preparación a la vida sacramental, etc. La fe cristiana se expresa también haciéndose historia, solemos decir; o sea, participando en la mejora de la comunidad, porque creer es comprometerse, es hacer visibles los signos de la presencia de Dios en nuestros ambientes. Es que en el fondo el Liceo Murialdo pretende ser una escuela de ciudadanía responsable, porque justamente la Patria debe ser siempre para todo murialdino una misión. Por eso, en el año del Bicentenario, el compromiso lo hemos cifrado en crecer como honrados ciudadanos y buenos cristianos.

Por este motivo queríamos expresar en un acto simbólico el compromiso del año del Bicentenario. Lo hicimos ensamblando o construyendo una mesa, la MESA DE CHILE, alrededor de la cual han de caber todos los ciudadanos, empezando por los más desfavorecidos. Y así lo hicimos, gracias también a la habilidad de nuestros excelentes maestros de mantención. La construcción se desarrolló en sucesivas escenas, con una performance que atrajo la atención incluso de los turistas que estaban en el cerro:

~ Primero salieron cuatro jóvenes con sus cascos de construcción, quienes posicionaron las cuatro patas de la mesa frente al altar (¡las 4 patas, nada más!); cada una representa un pilar sobre el cual ha de levantarse una nación para que sea de verdad Patria para todos: la UNIDAD entre todos, la que da la consistencia y cohesión a un País. Pero no hay verdadera unidad sin SOLIDARIDAD auténtica y efectiva, especialmente con los más desfavorecidos. Luego está la RESPONSABILIDAD SOCIAL, la que nos impulsa a mirar por encima de todo al bien común. Pero, éste valor apela necesariamente a conseguir en nuestra nación mayor DIGNIDAD EN EL TRABAJO, tal como hemos podido comprobar este año.

~ Sobre la cuatro patas, otros dos jóvenes colocaron la TABLA DE LA MESA, alrededor de la cual nos imaginamos que tenían que estar, codo a codo, todos los que viven en esta tierra, desde los pueblos originarios hasta los inmigrantes recién llegados.

~ Pero la mesa necesitaba una identificación más evidente; por eso otros dos jóvenes colocaron en el frontis el MAPA DE CHILE.

~ A este punto, preguntamos qué es lo que da verdadera cohesión a una mesa que se va ensamblando pieza por pieza. Un carpintero nos diría: ¡pegamento y tornillos! O sea, algo que en una mesa bien hecha nunca se ve, pero que está. Lo que mantiene firme y parado a un pueblo es precisamente algo parecido: la ESPIRITUALIDAD. Es el elemento invisible que da estabilidad. Cuando a un pueblo le falta la dimensión espiritual, podemos decir con certeza que no tiene alma. Para simbolizar esto, salieron cuatro niñas, vestidas de angelitos, rodearon la mesa inestable todavía y, con sus llaves de oro, le dieron la seguridad necesaria apretando los tornillos.

~ Faltaba un mantel para embellecer la mesa. Y nuestro mantel bonito no podía que ser la BANDERA, donde estampamos la imagen de NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN, traída por otras alumnas.

~ En toda mesa de las familias chilenas nunca falta el PAN. Y llegó, al final, una hogaza enorme, que bendijimos y repartimos entre los presidente delegados de curso. Y a quienes les cupo un trocito, les supo sabrosísimo, porque la subida les abrió a todos el apetito.

p. Franco Zago, rector