martes, 22 de diciembre de 2009


LICENCIATURA DE LOS CUARTOS MEDIOS 11/12/2009

Han llegado por fin a la meta.

Los años de colegio están a las espaldas. Han pasado casi sin darse cuenta.

Ahora pueden ver cómo las páginas del calendario han sido arrancadas, una tras otra.

En ellas pueden distinguir unos días marcados: los grandes momentos, los machitún, las pruebas de nivel, los cumpleaños, las fiestas con los compañeros, la primera vez que se han sentido mirados…

Recordarán también otros días. Los días oscuros, de nubarrones y tormentas, de desazón o de fracaso…

Pero en este minuto la sensación principal ciertamente es la de la tarea cumplida, de la meta alcanzada, del final de un camino…

¡Y desde ahora a iniciar un nuevo camino! Cuentan con la fuerza de su juventud más que cualquier otra cosa. ¡Y es verdad! ¡Ustedes están en la plenitud de la juventud!

Ser joven es bonito.

Es bonito ser joven, tener una edad que te permite estar en lo máximo de la salud, en el tope de la gana de vivir, en la cumbre de los sueños.

× Ser joven es sentirse libres de todo… o de casi todo.

× Ser joven es levantarte una mañana con las ganas de conquistar el mundo y… el día siguiente quedarte tirado en la cama hasta cuando te da ganas, porque hay alguien que hará las cosas por ti.

× Ser joven es ir de carrete cuando se te ofrece la ocasión, sabiendo que tienes siempre energías para escaparte de cualquier error, aunque sí, un poco aplanado.

× Ser joven es equivocarte y… hacerlo pagar a los papás o a los demás.

× Ser joven es encontrar listos los calcetines preferidos, las camisas bien planchadas y los jeans lavados.

× Ser joven es hablar con lo que te vistes, con los que te pones, porque te faltan palabras para decir quién eres.

× Ser joven es pensar que esta tarde te lo pasas bacán, aunque cuando vuelves y cierras la puerta tras de ti, te entra un aburrimiento insoportable.

× Ser joven es encontrar siempre a alguien con quien compartir críticas y leceras.

× Ser joven es tener el corazón a mil, porque alguien te ha mirado a los ojos y te has sentido querida.

× Ser joven es tener un bonito cuerpo, aunque a veces no tienes el ánimo de mirarte en el espejo, pero… luego esperas con ansia oír cómo los demás te ven.

× Ser joven es afrontar la vida jugando, seguros que siempre hay alguna red de protección que te salva.

× Ser joven es sentirse dueño del propio cuerpo, ya que con él piensas hacer lo que quieres, porque nadie debería decirte nada.

× Ser joven es no tener el sentido del peligro, aunque a veces te entra un miedo inexplicable.

Pero quizás en lo máximo de tu sentirte joven, sientes también que te falta algo: te invade un anhelo de plenitud, un deseo profundo de algo que va más allá, algo que no logras experimentar…

Te das cuenta que tienes un corazón que se extiende cada vez más, que se esponja a más no poder. Un corazón que las experiencias hechas no son capaces de llenar.

Sientes dentro un deseo de otra cosa a la que no logras darle un rostro.

Te levantas un día y te preguntas:

× ¿Adónde estoy yendo?

× ¿Qué hago con mi vida?

× ¿Quién me puede llenar el corazón?

× ¿Qué futuro tengo por delante?

× ¿Puedo realizar estos cuatro sueños que llevo dentro?

× ¿Hay alguien que me quiere sin condiciones?

Divertirme hoy para contarlo mañana a los amigos ya no me basta. Porque tengo una sed que no me pasa con la cerveza…

Es en estos momentos, mientras te haces estas preguntas, cuando te sientes realmente frágil. Pero al mismo tiempo sientes que es un momento especial de mayor verdad. ¡Sientes que estás tocando la verdad!

Por eso te lo digo ahora, estimado/a alumno/a, en mi último discurso:

¡La fragilidad no es mediocridad!

Cuando te sientes frágil, pero auténtico, porque en la verdad, no temas.

Porque allí arriba hay Alguien que te quiere de verdad sin condiciones, con tu fragilidad. Porque estás en sus manos.

Por lo tanto, no vayan, queridos jóvenes, a buscar consuelos baratos, no se conformen con terapias consolatorias. ¡Alimenten su esperanza con la verdad!

Desaforadamente las propuestas que encontrarán en los mercados del mundo son esperanzas muertas:

× son falsas esperanzas las fugas de la dureza del presente, creyendo solucionar con ello el problema;

× son falsas esperanzas tratar de aguantar sin más, porque antes o después las cosas cambiarán según las leyes de la probabilidad;

× son falsas esperanzas ahogar el aburrimiento con el carrete y la cerveza;

× son falsas esperanzas aguardar con los brazos cruzados que las cosas se arreglen por sí solas;

× son falsas esperanzas la falta de realismo y las respuestas prefabricadas;

× son falsas esperanzas las sustancias químicas a las que confiar los cambios de humor;

× son falsas esperanzas las que se fundamentan en el optimismo de propio carácter;

× son falsas esperanzas las aventuras y las picardías que destruyen el amor;

× son falsas esperanzas programar una relación de amor, haciendo ensayos;

× son falsas esperanzas vivir esperando la suerte, quizás leyendo el horóscopo;

× son falsas esperanzas dar patadas a las piedras con las manos en el bolsillo y las palabrotas en boca.

¡Jóvenes, busquen la esperanza en la verdad!

Pero, ¿cuáles son las esperanzas vivas de las cuales ustedes pueden hacerse portadores?

× esperanza viva es sentir que te han regalado una herencia que no se corrompe, no se mancha y no pudre;

× esperanza viva es ir contra la evidencia de la derrota, sabiendo que están en las manos de Dios, en las mejores manos;

× esperanza viva es estar convencidos de que la espera vigilante siempre desemboca en la alegría del encuentro;

× esperanza viva es no rendirse jamás y saber que cada sufrimiento no es nunca definitivo;

× esperanza viva es tener de repente una cruz y estar convencidos que es un paso necesario para llegar a otra dimensión;

× esperanza viva es intuir que más allá del velo del llanto está la certeza de una sonrisa;

× esperanza viva es sentirse regenerados por una Misericordia sin límites;

× esperanza viva es sentir que no les falta la alegría, a pesar de estar afligidos por varias pruebas, porque tienen fe;

× esperanza viva es amar sin ver y, sin ver, seguir creyendo;

× esperanza viva es tener una fe y una esperanza ancladas en Dios;

× esperanza viva es saberse custodiados por la potencia de Dios;

× esperanza viva es saber que al final del recorrido está el Señor que siempre nos acoge;

× esperanza viva es saber que con Jesús algo de inédito ha ocurrido en el mundo, algo que es patrimonio de todos.

¡Jóvenes murialdinos, cuanto esfuerzo y fatiga se han reversado sobre ustedes durante estos años para educarlos en la verdad y en la esperanza!

¡Busquen siempre la verdad con su mente y tengan siempre una esperanza viva en su corazón!

p. Franco Zago, rector
CONSEJOS PARA COMPRAS DE NAVIDAD

En el “Murialdino” del mes de noviembre tomé algunas expresiones de la Encíclica del Papa Benedicto XVI “CARITAS IN VERITATE” (La Caridad en la Verdad) para presentar, a propósito de la educación del corazón, una consideración sobre la relación entre sentimiento y racionalidad.

También ahora quiero tomar como punto de partida una afirmación de la misma Encíclica. Hablando de la importancia del nuevo poder político que representan los consumidores y sus asociaciones, el Papa afirma: “Es bueno que las personas se den cuenta de que comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico” (66).

Empiezo por aclarar ante todo algunos conceptos previos. Durante una jornada normal, nosotros realizamos muchos actos que decidimos libre y conscientemente. ‘Comprar’ es un acto humano que las personas realizamos de manera ‘deliberada y consciente’. Estas dos connotaciones son importantes, porque son las que diferencian unas acciones humanas de otras como respirar, caminar, dormir, etc. que, si bien fundamentales para la vida, las hacemos de manera inadvertida. Ir de compra requiere, en cambio, voluntariedad y advertencia. ¡Al fin y al cabo uno no va como sonámbulo a gastarse dinero en una tienda! Siempre lo hacemos porque queremos hacerlo y sabiendo qué estamos haciendo.

Profundizo con un ejemplo: salir de paseo por el parque, si bien es un acto que hacemos de manera deliberada y consciente, de por sí no le damos una valoración moral; es decir, no pensamos que pueda ser clasificado como bueno o malo. En todo caso, sería una acción beneficiosa para nuestra salud y, por ende, sería buena. Pero no siempre es así, porque de ser una acción de poca relevancia moral, en determinadas circunstancias ‘dar un paseo por el parque’ adquiriría aspectos netamente negativos, es decir, sería moralmente malo. Cuando el paseo es una cimarra del colegio o una ausencia del horario y del lugar del trabajo, tal acto es ciertamente malo. Por consiguiente, hay actos humanos que tienen relación con el bien y con el mal, dependiendo del acto en sí que se hace, de las circunstancias que lo acompaña y de su finalidad.

Ahora bien, en la afirmación del Papa, el acto de comprar no es un acto indiferente, pues se relaciona siempre con la moral; es decir, es sujeto a ser calificado como bueno o malo; dependiendo, eso sí, del objeto de la adquisición, de las circunstancias que lo acompañan y de su finalidad. Porque comprar no es solamente un hecho económico, sostiene el Papa. Comprar, en definitiva, nos califica éticamente y determina nuestra dimensión moral y espiritual, porque el objeto, la circunstancia y el fin de la adquisición hablarán de nuestros valores.

Nos acercamos a Navidad y, además del espíritu festivo, llega la preocupación y el estrés de las compras. Aunque es una época en donde los regalos no pueden faltar – porque desde que el hombre es hombre no hay celebración festiva sin algo de excedente – necesitamos tener claros unos criterios como creyentes y como familias comprometidas con los valores del proyecto educativo. Tanto más que estamos cerrando un año escolar marcado por la crisis que ha tocado a varias familias del colegio.

Ya que no podemos escapar totalmente del clima de consumismo reinante, por lo menos tenemos que procurar ser consumidores inteligentes, precavidos y, hoy en día, austeros y solidarios.

De una página de publicidad copio los siguientes criterios, que no me parecen desdeñables:

× No seas un comprador compulsivo. No compres por comprar.

× Adquiere lo que necesitas, que no sean otros quienes te creen la necesidad.

× Nunca compres regalos extras, justificándolos con un ‘por si acaso’.

× Los mejores regalos no se pueden comprar.

× Recuerda que en familia, más que obsequios costosos, lo importante es dar pequeños gustos.

× Aprovecha para dar cosas útiles. Es una buena opción regalar algo que no se ocupe sólo una vez, sino algo necesario que perdure en el tiempo.

Y personalmente añado:

× Con el aguinaldo es bueno pensar también al ahorro y no sólo a los regalos.

× La mejor inversión es la educación de los hijos. Educación en valores. Y los valores se trasmiten principalmente con el testimonio.

× Compartir es bueno. Pero ser solidario con quien no ha tenido este año mucha suerte, es todavía mejor. (Si bien durante el verano el colegio se cierra, trataremos a través de CEPA que no se cierre la solidaridad).

× No olvidar, por último, que “comprar es un acto moral”. En vísperas de Navidad, ¡hagamos de nuestras compras unos actos moralmente buenos!

Y a propósito de esto, el Papa afirma: “También en el campo de las compras, precisamente en momentos como los que se están viviendo, en los que el poder adquisitivo puede verse reducido y se deberá consumir con mayor sobriedad, es necesario abrir otras vías…”.

p. Franco Zago

EN NOCHEBUENA EN LA CAPILLA DEL COLEGIO CELEBRAREMOS LA SANTA MISA DEL GALLO A LAS 10:00 DE LA NOCHE. LES INVITAMOS A TODOS - ALUMNOS, PADRES, EX ALUMNOS Y AMIGOS, GRUPOS, ASOCIACIONES… - A CELEBRAR LA MEMORIA DEL NACIMIENTO DE JESÚS.


AMOR EN LA VERDAD

A mediados de este año (29/06/09) el Papa, Benedicto XVI, publicó su tercera encíclica.

¿Qué es una encíclica? Es una carta, escrita por el Papa, sobre un tema particular, motivado por las circunstancias de un momento determinado de la vida eclesial o social, que amerita una reflexión o una declaración de autoridad. Las encíclicas están dirigidas a los obispos, a los católicos del mundo entero y, en algunos casos como éste, también a los hombres de buena voluntad. Por la temática y la seriedad de los temas tratados, generalmente son consideradas entre los documentos de mayor importancia de la Iglesia.

Benedicto XVI emitió el 29 de junio pasado la encíclica “CARITAS IN VERITATE”. Son palabras en latín, que significan “La Caridad en la Verdad”, con las cuales el Papa inicia su escrito. De por sí a las encíclicas no se les da un título como, por ejemplo, a un tratado, a un ensayo, sino que se las nombra con primeras palabras con que empieza el documento.

La encíclica, muy densa de contenidos, es desde luego muy iluminadora para nosotros los cristianos que necesitamos de vez en cuando una orientación segura desde la fe. Pero es también trascendental para los dirigentes políticos, empresariales y sociales de todos los Países del mundo. Y no tan sólo para los que se declaran cristianos o profesan alguna religión, sino también para dirigentes que tengan cualquier otra postura con respecto a la religión. ¡Por eso que la Carta se dirige a “todos los hombres de buena voluntad”!

El tema general vierte sobre el desarrollo humano integral, inspirado en los valores de la solidaridad humana y de la caridad en la verdad en el contexto de la crisis mundial actual.

Algunas expresiones de la Encíclica me han motivado a escribir esta reflexión, porque tienen que ver con nuestro estilo educativo de “educar el corazón” y con el lema de este año: «Familia y escuela educando a la verdad y a la esperanza».

Quiero empezar por unas frases del Papa. “Sin la verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo”. “La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales…”.

Sabemos que la cultura de hoy se caracteriza por una notable sobreexplotación de los sentimientos, en detrimento del uso recto de la razón. Basta analizar la manera con que los medios nos trasmiten noticias para caer en la cuenta de que buscan sobre todo atraer a la gente con el impacto sobre nuestros sentimientos. No hablemos luego de los políticos que para atraer votos hacen largo uso de estos recursos.

Por otra parte, no son pocas las personas que confunden los sentimientos generosos o altruistas con la pura emotividad, como si el hecho de conmoverse o emocionarse fuese sinónimo de tener una alta sensibilidad moral. Incluso, hay personas que confunden una viva emoción de carácter religioso con la fe, sin tener presente que la fe, cuando es vivida por lo menos medianamente, se manifiesta en una conducta coherente, exige constancia, coherencia y, no pocas veces, entrega y sacrificio, con bien pocas emociones.

Ocurre que no siempre sacamos en claro las consecuencias de esta falta de distinción. En efecto, de la misma manera que el impacto de unas imágenes de los medios con su efecto emotivo puede llevar a la opinión pública a posicionarse en defensa de unos valores éticos, también puede ocurrir - y de hecho ocurre - exactamente lo contrario. ¡Por lo tanto, hemos de admitir que nuestra cultura actual es fácilmente manipulable! ¡Y tanto los publicistas, gerentes de imagen como políticos lo saben!

La opinión pública puede llegar a estar conmocionada por un suceso, más o menos importante y grave, solamente por el mero hecho de que los medios lo evidencian con mucha habilidad, tocando nuestras fibras sensibles. Pero, preguntémonos: ¿la verdad es así, tal como nos viene presentada? ¿El espesor de la verdad se mide por la carga de emotividad que es capaz de suscitar? ¿No tendremos que mirar más a fondo las cosas que nos presentan para confrontarlas con nuestra conciencia sobre todo en este período preelectoral?

Pero, pongamos un ejemplo sencillo de nuestra casa. En los días pasados se dio por terminado el proceso de asignación de becas a las familias que han postulado. Ciertamente, hay casos que hemos de atender con la máxima atención y que ameritan no sólo nuestra solidaridad, sino también nuestra com-pasión y acompañamiento. Sin embargo, si no hiciéramos uso de unos criterios racionales y no empleáramos personal capacitado para verificar con objetividad la verdad de cada situación, probablemente en la asignación de becas tomaríamos decisiones no correctas. ¡No podemos actuar en base a la emotividad que nos puede suscitar cada caso! ¡No podemos guiarnos por los sentimientos, aunque se trate de cosas que afectan nuestra sensibilidad! Hemos de actuar con racionalidad, simplemente por amor a la verdad y la justicia. Y esto es ser cristianos de verdad, coherentes con la fe que profesamos.

El Papa nos advierte de que “un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales” y, por ende, no resolutivos de los verdaderos problemas. La Iglesia a lo largo de su historia ha sabido compaginar bastante bien su discurso de fe y acción caritativa, con el recurso continuo al discernimiento racional. Porque nuestra fe y nuestra caridad han de ser conjugadas con el uso recto de nuestra razón. Nuestro problema con frecuencia está en confundir los buenos sentimientos con la exclusión de criterios fríamente racionales. ¡Y esto ocurre todas las veces que el sentimiento anula la razón! Dice el Papa en su encíclica: “La religión tiene siempre necesidad de ser purificada por la razón”, y viceversa.

Desde luego no hemos de olvidar esa sentencia del pensador francés B. Pascal: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”. Pero quizás en nuestra cultura actual es necesario remarcar que no debemos confundir la emotividad con el afecto. Principalmente en las relaciones educativas. Y lo afirma con contundencia quien suscribe, que como josefino, es custodio de la pedagogía del amor de Murialdo. El verdadero amor ha de ser afectuoso, pero no siempre emotivo. Porque - ¡y hay que decirlos a nuestros papás y mamás! - hay emociones que no construyen, y emociones que sí logran afianzar la afectividad en el amor. Y aquí solamente la razón será capaz de discernir entre ambas.

En conclusión, educar el corazón es educar los sentimientos y reacciones emotivas bajo el discernimiento de la razón, lo cual es muy lejano de la sensiblería.