El 3 de diciembre, por cuarto año consecutivo, alumnos, profesores, asistentes de la educación y un significativo número de apoderados hemos peregrinado al santuario de
Es bueno destacar aquí, en Murialdino, la colaboración de numerosos alumnos. Ante todo, un grupo de 3º medio que se encargó de cuidar a los compañeritos del primer ciclo, desde plaza Tupahue al Cerro, manteniéndolos dentro de la cinta protectora; lo hicieron con sentido de responsabilidad, mucho ojo avizor y trato cariñoso. No puedo dejar de mencionar a las excelentes actuaciones del coro del colegio, de las niñas del grupo de danza, del grupito que nos encandiló al final con la representación cantada de “La casita de Nazaret”. Y como siempre, no faltó el entusiasmo del grupo de pastoral, siempre muy proactivo y dispuesto a colaborar en lo que sea.
Después de este debido reconocimiento, quiero llevar la reflexión sobre la dinámica o gesto simbólico que realizamos al final, en el santuario al aire libre. Entre cantos, oraciones a
Pero antes de presentar el símbolo elegido, quiero recordar algo relacionado con nuestra visión educativa que lo enmarca: el Liceo, en cuanto escuela católica, propone la fe no solamente como adhesión a una doctrina y moral cristianas y a unos valores con fundamento evangélico; no solamente como oración personal y comunitaria, como vivencia en pequeñas comunidades o grupos, como celebración participativa involucrando a las familias, como preparación a la vida sacramental, etc. La fe cristiana se expresa también haciéndose historia, solemos decir; o sea, participando en la mejora de la comunidad, porque creer es comprometerse, es hacer visibles los signos de la presencia de Dios en nuestros ambientes. Es que en el fondo el Liceo Murialdo pretende ser una escuela de ciudadanía responsable, porque justamente
Por este motivo queríamos expresar en un acto simbólico el compromiso del año del Bicentenario. Lo hicimos ensamblando o construyendo una mesa,
~ Primero salieron cuatro jóvenes con sus cascos de construcción, quienes posicionaron las cuatro patas de la mesa frente al altar (¡las 4 patas, nada más!); cada una representa un pilar sobre el cual ha de levantarse una nación para que sea de verdad Patria para todos:
~ Sobre la cuatro patas, otros dos jóvenes colocaron
~ Pero la mesa necesitaba una identificación más evidente; por eso otros dos jóvenes colocaron en el frontis el MAPA DE CHILE.
~ A este punto, preguntamos qué es lo que da verdadera cohesión a una mesa que se va ensamblando pieza por pieza. Un carpintero nos diría: ¡pegamento y tornillos! O sea, algo que en una mesa bien hecha nunca se ve, pero que está. Lo que mantiene firme y parado a un pueblo es precisamente algo parecido:
~ Faltaba un mantel para embellecer la mesa. Y nuestro mantel bonito no podía que ser
~ En toda mesa de las familias chilenas nunca falta el PAN. Y llegó, al final, una hogaza enorme, que bendijimos y repartimos entre los presidente delegados de curso. Y a quienes les cupo un trocito, les supo sabrosísimo, porque la subida les abrió a todos el apetito.
p. Franco Zago, rector