lunes, 15 de noviembre de 2010

FAMILIA Y ESCUELA, UN ECOSISTEMA PREVENTIVO

Por ser la Patria una misión, formamos honrados ciudadanos y buenos cristianos

FAMILIA Y ESCUELA, UN ECOSISTEMA PREVENTIVO

En 2008 fui invitado a visitar la mina “El Teniente”. ¡Experiencia fascinante! Pude conocer todo el proceso de extracción, desde la colocación de la dinamita y sucesiva detonación hasta la salida del mineral de los túneles. Allí conocí al señor Manuel González, quien, por ser esposo de la directora del colegio josefino de Requinoa, me facilitó la entrada. A don Manuel lo hemos visto varias veces en TV a mediados de octubre; fue el primer rescatista que bajó a la mina San José y el último en salir. Aquella visita especial a El Teniente estaba programada para los familiares de los trabajadores (yo fui invitado por pituteo) con el fin de que conocieran directamente el ambiente en que se realizaba la pega del esposo o del hijo o pariente próximo minero. Además de lo interesante que fue la visita, lo que me llamó la atención fue una de las ideas que repetían los guías y relatores: cuanto más fuertes y frecuentes son los lazos entre familia y mina, tanto mayor será la seguridad preventiva para los mineros. Por este motivo la dirección de Codelco había desarrollado un plan de visitas exclusivo, completo y pormenorizado para los familiares de los trabajadores. Me impresionó ese concepto, lo encontré tan insólito para una actividad semejante, que le di vuelta en mi cabeza. Al inicio no encontraba relación en la ecuación: mejores lazos = mayor seguridad preventiva. Me venía a la mente nuestro tradicional planteamiento pedagógico, que llamamos “método preventivo”. ¿Qué tiene que ver la prevención (de accidentes) en una mina con el mayor acercamiento de la familia al ambiente de trabajo del esposo o del hijo? Al final logré intuir la conexión y descubrí cómo el propósito era el mismo que aplicamos en nuestros establecimientos educativos: fomentar la conexión entre familia y ambiente de trabajo o de educación tiene como fin lograr mayor prevención ante riesgos y, por ende, mejores resultados, que en nuestro caso serían educativos; en efecto, también en educación podemos realizar mediante una buena cooperación entre profesores y padres una acción preventiva tanto en la formación de hábitos y comportamientos como en los aprendizajes.

No son conceptos nuevos, porque desde siempre se ha insistido en la interdependencia entre familia y escuela; especialmente en estos momentos en que la necesidad de unas relaciones más sistemáticas y continuas se imponen, en consideración de los problemas a los que están expuestos nuestros niños y jóvenes. Dando un rápido vistazo a los lugares de proveniencia de nuestros alumnos y/o a las situaciones que se crean, incluso, en las mejores familias, no es de menor importancia tomar en consideración las posibles influencias negativas o peligrosas sobre el niño o el joven; así como aquellas consecuencias inesperadas que pueden alcanzarlos por encontrarse solos en casa durante varias horas, por usar sin límites alguno internet o el celular, por salir a la calle sin avisar a los padres, por frecuentar “amigos” que los padres conocen superficialmente.

He notado que en las relaciones profesores-padres, familia-escuela, se da a veces una dificultad de conceptos. Para enfocar bien un tema de conversación, es de suma importancia conocer desde el principio la manera en la cual un “problema” determinado viene definido por unos y por otros. Es que damos por supuesto que todo el mundo perciba y defina un hecho conductual o un problema de aprendizaje de la misma manera, lo cual en muchos casos se revela como error que arrastra malentendidos y disonancias entre escuela y familia. No es una pérdida de tiempo, por tanto, iniciar una conversación con la pregunta: ¿qué entiende usted por X cosa? ¿Qué opinión le merece a usted este comportamiento X?

Cuando hablo de problemas o conductas me refiero no solamente a los que se perciben en el ambiente escolar y que son comunicados a las familias, sino también a aquellos que los padres notan en casa, en el seno de su propio hogar o en el barrio. Con mucha frecuencia éstos influyen en el comportamiento escolar y, por ende, deberían ser objeto de conversación de la familia con la escuela con el objetivo de conseguir mayor “seguridad preventiva”.

Hay muchas modalidades para aunar criterios como preludio de una exitosa colaboración: la entrevista con el profesor o con alguien de la dirección, la comunicación por agenda escolar, las circulares, la escuela de padres, el contacto telefónico o vía e-mail, las asambleas de apoderados, etc. Pero, por encima de todos, en nuestro Liceo queremos enfatizar la entrevista con el profesor jefe y los encuentros de la escuela de padres.

Por último, en torno a estas relaciones quiero sugerir para la reflexión una visión que encuentro fructífera. Se trata de considerar estos espacios, familiar y escolar, como un “ecosistema” y no como sistemas autónomos. Pensar en términos de ámbitos distintos y separados (familia y escuela), aunque relacionados, y pensar los dos ámbitos en perspectiva ecológica no es lo mismo. En virtud de esta segunda perspectiva, el cambio en cualquier parte del ecosistema afecta las otras partes. Lo que sucede con un niño en la escuela puede y suele tener consecuencias en la familia y, a la inversa, las experiencias familiares influencian el rendimiento escolar. ¿Cómo no intuir que detrás de una conducta distráctil del niño en la sala de clase hay un problema familiar relevante? ¿O ante una actitud particularmente callada del hijo, que se prolonga en el tiempo, cómo no pensar en la posibilidad de un bullying en la escuela? Una más estrecha colaboración entre profesores y padres puede prevenir consecuencias negativas o reforzar conductas positivas. La perspectiva ecológica, por otra parte, debería ser ampliada a otros contextos, incluyendo la interrelación de ámbitos más allá de la familia y del colegio, como son el grupo de amigos, el barrio, la asociación deportiva o el grupo parroquial, etc.

En fin, se trata de trabajar en dirección de lograr una actitud cooperativa-colaborativa entre los involucrados, sobre la base de la confianza y de la transparencia recíprocas. Si me preocupa de verdad el bien de un hijo, trato de ser lo más sincero posible, evitando esconder aspectos que podrían iluminar mejor la situación del niño o del joven. Y todo ello en fuerza de aquel principio que escuché en mi visita a El Teniente: desarrollando unas francas y eficaces relaciones, se mejora la prevención.

p. Franco Zago, rector